Entre canciones y sueños (Quevedo)

20: un futuro por construir

Un día, mientras Pedro regresaba a Madrid después de meses de gira, le dijo a Lucía que quería hablar con ella. Habían pasado tantas cosas en los últimos meses, y Pedro sentía que era el momento de dar un paso más en su relación.

Cuando se encontraron en su apartamento, Pedro la miró con seriedad, pero también con una sonrisa en los labios.

—He estado pensando en nosotros, en todo lo que hemos pasado —comenzó—. Y sé que nuestras vidas son complicadas, pero quiero que sigamos adelante, juntos.

Lucía lo miró, sin saber qué decir al principio.

—¿A qué te refieres? —preguntó, aunque una parte de ella ya intuía lo que venía.

Pedro tomó su mano y respiró hondo antes de hablar.

—Quiero que construyamos una vida juntos, Lucía. Sé que no es fácil con mi carrera, pero quiero que sepas que siempre te elijo a ti, por encima de todo. Así que… —Pedro sacó una pequeña caja de su bolsillo y, al abrirla, Lucía vio el anillo que brillaba en su interior. Su corazón dio un vuelco. No esperaba este momento, no tan pronto, pero al mismo tiempo, sabía que era inevitable. Habían pasado por tanto juntos, habían superado pruebas que otros no habrían podido, y ahora estaban frente a una nueva etapa.

—Lucía —comenzó Pedro, con una sonrisa nerviosa pero decidida—, sé que nuestras vidas no son convencionales, que estar conmigo no siempre es fácil, pero te prometo que quiero hacer esto bien. Quiero pasar mi vida contigo, construir algo juntos, tener una familia si tú lo quieres... Solo te necesito a ti. ¿Te casarías conmigo?

Lucía sintió que las lágrimas comenzaban a llenar sus ojos. No era solo la propuesta lo que la emocionaba, sino todo lo que significaba. Pedro no solo le estaba pidiendo matrimonio, sino que le estaba prometiendo una vida compartida, con todo lo que eso conlleva: las dificultades, los triunfos, y sobre todo, el amor.

—Sí, Pedro —respondió ella, con la voz temblorosa—. Claro que sí, quiero pasar mi vida contigo.

Pedro la abrazó con fuerza, y mientras ambos se reían y lloraban, supieron que este era solo el comienzo de algo aún más grande.