25: el final feliz

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Los años pasaron, y la vida de Lucía y Pedro se asentó en una felicidad estable. Aunque Pedro seguía siendo una estrella mundialmente conocida, siempre se aseguraba de que su prioridad fuera su familia. Lucía había encontrado un equilibrio perfecto entre su vida personal y profesional, y juntos, construyeron un hogar lleno de amor, risas y música.

Mateo y Sofía crecieron en un ambiente lleno de cariño, apoyados por padres que habían aprendido que el éxito verdadero no era solo en las giras o en los conciertos, sino en los momentos pequeños, en las cenas en familia, en las risas compartidas y en los abrazos de buenas noches.

Pedro y Lucía miraban todo lo que habían construido y sabían que, a pesar de los desafíos, habían encontrado el amor que siempre soñaron. Un amor que no solo resistió las tormentas, sino que floreció en medio de ellas.

Una tarde, mientras todos jugaban en el jardín de su casa, Pedro miró a Lucía y sonrió.

—Gracias por compartir tu vida conmigo, por construir esto juntos. No sé qué haría sin ti.

Lucía lo miró, sonriendo con la misma ternura que sentía desde el primer día.

—No tienes que agradecerme nada, Pedro. Esto lo hicimos juntos. Y lo seguiremos haciendo, por siempre.

El final feliz que tanto habían deseado no era perfecto, pero era real. Y en ese mundo que habían creado para ellos y sus hijos, encontraron su verdadero hogar. Juntos, siempre.

Entre canciones y sueños (Quevedo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora