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REMINDER DE THE weekend sonaba por toda la habitación. Con mucho cuidado, sacaba cada prenda de la maleta, procurando evitar la molesta tarea de volver a doblarlas. Las ventanas abiertas dejaban entrar la brisa marina, que envolvía el aire con su frescura, mientras la vista al océano transformaba el ambiente en serena relajación y comodidad, haciendo parecer que el tiempo se detenía a mi alrededor.

Me tomé unos segundos para descansar, dejando que mi cuerpo se hundiera en la suavidad de mi nueva cama. Cerré los ojos mientras la canción se desvanecía suavemente, y el sonido de las olas comenzaba a hacerse más latente en la habitación. Abrí los ojos y dirigí la mirada hacia el océano que se veía a través de la gran ventana, hipnotizado por su belleza.

Hay algo en el océano que simplemente me encanta. Ver al frente, donde el cielo y el agua se juntan, me da una tranquilidad que no encuentro en ningún otro lugar. El sonido de las olas, ese baile constante me relaja, como si con cada ola que viniera se fueran todas mis preocupaciones con ella. Es como si el mar supiera cómo consolarme, recordándome que todo pasa y siempre habrá más nuevas oportunidades.

Aunque mi momento de paz se vio interrumpido por un carraspeo en la puerta. Ahí estaba mi prima, de pie, sosteniendo dos conos de helado en la mano. Su sonrisa radiante era contagiosa y con su cabello recogido en una cola alta se acercó a mí. Se recostó contra la cabecera y me extendió un cono, como si supiera exactamente lo que necesitaba en ese momento.

Me alegra que haya llegado antes de que empezara a ponerme más nostálgico de lo que ya estaba.

— ¿Ya terminaste de desempacar, primito? — preguntó dándole una lamida a su helado de fresa, quise suponer.

—Me falta demasiado, empaqué casi toda mi habitación y seguramente la mitad de lo que traigo jamás lo ocuparé — dije soltando un largo suspiro.

Agarré un par de guantes de esquiar que estaban al lado de mi maleta y los levanté, alzando una ceja y señalándolos con exasperación.

— Intenta relajarte, mis tíos te mandaron para que te despejes de todo lo que estabas pasando en Grecia, velo como una nueva oportunidad de ser alguien distinto este mes.

Dijo eso antes de salir de la habitación, cerrando la puerta tras de sí con un ligero golpe.

Mis padres, en su momento de sabiduría, decidieron enviarme durante un verano a Virginia con mi tía Christi y mi prima Lana, convencidos de que sería una excelente forma de sacarme de mi zona de confort y librar la casa de lo que, según ellos, era mi molesta aura de tristeza extrema.

Miré de nuevo por unos breves instantes por la ventana antes de volver la mirada a las múltiples maletas que todavía quedaban por desempacar. Suspiré por enésima vez en el día y, sintiéndome un poco abrumado, me levanté para poner otra canción que me ayudara a concentrarme.

...

La cena transcurría de manera relativamente tranquila, sin la tensión latente que solía haber con mis padres. El ambiente era diferente, más relajado, lo que me permitía disfrutar de la comida sin la ansiedad habitual. La ensalada de pollo estaba deliciosa, sin embargo a pesar de lo sabroso de la comida, mi atención se desvió hacia el sonido de mi masticar.

La conversación que mantenían las mujeres frente a mí, llena de risas y anécdotas, me resultaba distante. Aunque hablaban de temas interesantes, como las últimas novedades de las que hablaban en las noticias  y los planes que estaban organizando para el fin de semana, mi mente se encontraba en otro lugar. Era como si el murmullo se convirtiera en un suave eco, algo que apenas lograba captar.

Aunque estaba presente físicamente, me sentía un poco como un observador, disfrutando de la cena pero distanciado del entorno que me rodeaba.

— Entonces.. Polo, ¿Cómo te has sentido con lo de....? —preguntó la tía Christine con una mirada preocupada, cambiando el tema.

summer love, walker scobellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora