La atmósfera en la mansión de Diddy era tensa, cargada de incertidumbre. Diddy se sentó en su lujoso sillón de cuero, los dedos tamborileando sobre el brazo mientras observaba las imágenes de la fiesta en su pantalla. Tenía un mal presentimiento sobre Xavi. Había algo en su comportamiento que le había parecido extraño, y la forma en que había estado tratando de acercarse a Lewis no hacía más que alimentar sus sospechas.
—¡Jordan! —llamó a uno de sus hombres, quien apareció al instante, con una mirada de expectativa. —Trae a Xavi. Quiero verlo ahora.
Jordan asintió, dejando la habitación. Diddy sabía que necesitaba hacerle algunas preguntas, sobre todo tras el revuelo que había causado la desaparición de su hija. No podía permitir que nadie lo traicionara, y menos alguien que tenía conexiones con Lewis y Max.
A unos kilómetros de allí, Xavi estaba en su coche, nervioso pero decidido. Había acordado encontrarse con Diddy para hablar sobre el video de la fiesta, pero en el fondo sabía que la situación era más compleja. La idea de que Diddy pudiera estar tras la desaparición de Cazzie y su hija lo inquietaba. Sin embargo, no podía dejar que sus miedos lo controlaran. Era un juego peligroso, pero era la única manera de ganar tiempo y proteger a los demás.
—Vamos, solo es un encuentro —murmuró para sí mismo, apretando el volante mientras avanzaba por las calles.
Sin embargo, cuando estaba a solo unas cuadras de la mansión de Diddy, un coche apareció de la nada. Era un vehículo oscuro que no se detuvo, y antes de que pudiera reaccionar, sintió un impacto brutal. El coche chocó contra el costado del suyo, haciéndolo girar violentamente. El golpe lo lanzó contra el volante, y todo se volvió negro.
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Al otro lado de la ciudad, Lewis estaba en casa con Max, analizando sus próximos movimientos.
—No podemos quedarnos de brazos cruzados, Max —dijo Lewis, su tono firme. —Diddy se está moviendo. Cada segundo que pasa, él está tratando de desestabilizarnos.
Max asintió, con la mirada fija en la pantalla de su teléfono, donde las noticias locales comenzaban a inundar las redes sociales con rumores sobre la desaparición de la hija de Diddy.
—¿Y qué hay de Xavi? —preguntó Max, su voz cargada de preocupación. —Necesitamos que esté a salvo.
Justo en ese momento, su teléfono vibró. Era una llamada de Lance. Lewis contestó rápidamente.
—¿Lance? ¿Qué pasa? —preguntó, sintiendo la tensión en el aire.
—Lewis... hay un accidente. Xavi ha sido atropellado cerca de la casa de Diddy. Está muy mal, atrapado en su coche —dijo Lance, su voz tensa.
El mundo de Lewis se detuvo por un instante. —¿Qué? ¡¿Dónde está?!
—En la carretera cerca de la mansión. Vamos a buscarlo, pero tenemos que darnos prisa. Diddy tiene que ver esto como un mensaje.
Max se enderezó de inmediato, el pánico reflejado en su rostro. —Voy contigo.
—No, Max. Tú quédate aquí. Necesito que te mantengas a salvo. No sabemos qué más planea Diddy, y no podemos arriesgarnos a que te pase algo —Lewis dijo, pero la determinación en la mirada de Max lo hizo dudar.
—No voy a quedarme aquí mientras Xavi está en peligro. Él es parte de esto. También puede estar en la línea de fuego, y yo no me alejaré de ti ni de la situación —respondió Max, sus ojos ardían con una pasión que Lewis no podía ignorar.
—Está bien, pero mantente alerta. No sabemos qué esperar —dijo Lewis, sintiendo la adrenalina correr por sus venas mientras ambos salían de la casa.
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Mientras tanto, Diddy estaba en su mansión, sonriendo ante la inminente llegada de Xavi. Todo había sido un movimiento calculado, y sabía que había sembrado la duda en la mente del joven. Pero, de repente, recibió una llamada. Jordan, su hombre de confianza, lo interrumpió.
—Señor, hay un problema. Xavi ha tenido un accidente. Fue atropellado cerca de aquí.
Diddy se quedó en silencio por un momento, un destello de satisfacción cruzó su rostro. Era exactamente lo que necesitaba para manipular la situación a su favor. Un movimiento que podría darle el control.
—Perfecto. Asegúrate de que se mantenga fuera de vista por un tiempo. No quiero que se le acerque a Lewis o a Max. Esto es solo el comienzo de lo que quiero hacer con ellos.
Jordan asintió, comprendiendo la orden. Diddy era un maestro en jugar con los hilos de la vida de los demás, y ahora tenía a Xavi exactamente donde lo quería.
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Mientras tanto, Lewis y Max llegaron a la escena del accidente. Las luces de las ambulancias iluminaban la carretera oscura y caótica. La policía había acordonado la zona, y un grupo de curiosos se había reunido, pero el horror se reflejaba en los rostros de todos.
—¡Xavi! —gritó Lewis, su corazón latiendo con fuerza mientras corrían hacia el vehículo destrozado.
Max ya estaba en el lado del conductor, tratando de ver a su amigo. —Xavi, ¡estás bien! —llamó, su voz un susurro lleno de desesperación.
No hubo respuesta. El coche estaba abollado y las puertas parecían selladas por el impacto. Lewis sintió un nudo en el estómago, pero sabía que tenían que actuar rápido.
—¿Alguien puede ayudar? —gritó Lewis a los paramédicos que se estaban acercando.
Finalmente, después de unos momentos que parecieron eternos, lograron abrir la puerta. Xavi estaba inconsciente, con un profundo corte en la frente y un golpe visible en su cara.
—¡Xavi, por favor! —Lewis le sacudió suavemente el hombro, sintiendo la angustia crecer.
—¡Necesitamos una camilla! —gritó Max, desesperado.
Los paramédicos llegaron corriendo, comenzando a trabajar en Xavi. Lewis miró a Max, quien tenía una expresión de horror en su rostro.
—No... no puede ser así —dijo Max, su voz quebrada.
—No te preocupes. Vamos a sacarlo de aquí. No dejaré que le pase nada —prometió Lewis, aferrándose a la determinación mientras los paramédicos movían a Xavi cuidadosamente hacia la camilla.
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En el camino hacia el hospital, Lewis se sentó junto a Xavi, sintiendo que el tiempo se ralentizaba. Los sonidos de la sirena llenaban la cabina, pero todo lo que podía escuchar era el latido de su propio corazón y la angustia en su pecho.
—Xavi, por favor, despierta. Necesitamos que hables con nosotros. No estás solo, estamos contigo —murmuró, sintiendo que la impotencia lo invadía.
Max se había sentado al otro lado, con la mirada fija en Xavi, esperando ver alguna señal de vida.
—Diddy va a pagar por esto, Lewis. Te lo prometo. Esto no va a quedar así —dijo Max, su voz tensa.
Lewis asintió, sintiendo que la rabia empezaba a burbujear en su interior. Diddy había cruzado una línea, y ahora la guerra no solo era inevitable, sino que estaba en marcha.
Cuando finalmente llegaron al hospital, el equipo médico se hizo cargo rápidamente, llevándose a Xavi a una sala de emergencia mientras Lewis y Max esperaban, atrapados en una ansiedad creciente.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Max, sus ojos reflejando la desesperación.
—Lo único que podemos hacer. Asegurarnos de que esté bien y luego enfrentaremos a Diddy. No se lo voy a permitir —respondió Lewis, apretando los puños.
Diddy había iniciado una guerra que no podía ganar. Lewis y Max estaban decididos a luchar juntos, no solo por ellos mismos, sino por aquellos que se habían visto atrapados en la tormenta que él había desatado.
El destino de todos estaba en juego, y sabían que el verdadero desafío apenas comenzaba.