Cuando el director financiero, Gabriel, trabaja en un proyecto de Innovación Financiera descubre una malversación de fondos en la empresa donde trabaja, se ve obligado a confrontar al vicepresidente y próximo CEO, Patrick Mitchell. Sin embargo, ante...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El vicepresidente, con la mirada fija y un ligero fruncir del ceño, se detuvo en la puerta de cristal esmerilado que daba acceso a la oficina de Andrea Schmitt. La puerta, enmarcada en elegante madera oscura, llevaba una placa de metal pulido que brillaba bajo la luz del pasillo. En ella, inscrito con letras plateadas, se leía "Andrea Schmitt - Directora Ejecutiva".
Con un leve suspiro, el vicepresidente empujó la puerta y entró. Al entrar, se percibía una mezcla de sofisticación y funcionalidad. Las paredes estaban pintadas en un tono suave de gris claro que aportaba luminosidad al espacio, mientras que un gran ventanal permitía que la luz natural inundara la habitación, ofreciendo una gran vista de la ciudad.
Un escritorio amplio y moderno ocupaba el centro, hecho de madera oscura; sobre él, se alineaban documentos organizados y una laptop. Las estanterías estaban repletas de libros sobre liderazgo, finanzas y estrategia empresarial, junto a reconocimientos y premios que destacaban los logros de Andrea a lo largo de su carrera.
En una esquina del espacio, un pequeño sofá en tonos claros, allí se encontraba Margaret Sinclair, una joven con cabello rubio que caía suavemente sobre sus hombros. Sus ojos advirtieron al vicepresidente que debía irse y no meterse en la boca del lobo. Sin embargo, ante la indiferencia de este, ella decidió que no tenía caso interferir.
Andrea Schmitt era una mujer con un carácter fuerte y complicado de manejar. Generalmente, era Margaret quien que encargaba de hacer entrar en razón a cualquiera que intentaba agotar la paciencia de la mujer. Sin embargo, esta vez no pudo hacer nada ante alguien que no escuchaba razones.
Poco tiempo después, el vicepresidente se hallaba en la oficina del Director del Departamento Financiero, sentado frente a su escritorio. La habitación estaba repleta de gráficos y documentos que decoraban una improvisada pizarra, testimonio del arduo trabajo que estaba realizando para llevar a cabo el proyecto que le habían asignado.
— Esa mujer está... literalmente, me lanzó un jarrón antes de echarme de su oficina.
— Quiero dejar en claro que, nunca estuve de acuerdo con lo que intentabas hacer.
Gabriel lo observó detenidamente, sintiendo que sus ideas se estaban agotando demasiado rápido y los avances que ambos habían logrado no eran los suficientes. — ¿Por qué no hablas con Leroy? —sugirió él, con la mirada fija en el teléfono de línea. Levantó el auricular y marcó el número; todo eso ante la atenta mirada de desaprobación que le dedicaba el vicepresidente cuyo único argumento había sido que "Leroy era un imbécil".
Mitchell, con un gesto decidido, se levantó y se acercó lo suficiente para quedar a su lado.
— Tengo prevista una reunión con él desde hace 5 minutos —dijo mientras tomaba el auricular y cortó la llamada.
— ¿No estás llegando tarde entonces?
— Quería verte. —Mitchell lo expresó con tanta seriedad y determinación que Gabriel soltó una risita nerviosa, sin estar seguro de cómo reaccionar ante aquellas palabras. —El hotel de Santa Rosa celebrará su vigésimo aniversario el fin de semana; quizás una nueva perspectiva te ayude con tu proyecto —Gabriel pensó en ello brevemente, sintiendo que no tenía ningún sentido. Mitchell continuó: — No es obligatorio, pero vine hasta aquí solo para invitarte; podrías considerarlo.