Cap. 34

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A SALVO DE TODOS, MENOS DE MI

A SALVO DE TODOS, MENOS DE MI

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POV FREEN

Me agacho y le paso el brazo por debajo de las rodillas para levantarla y llevarla al baño donde Ana nos a preparando el jacuzzi. No pesa casi nada debido a su constitución pequeña.

«Mi esposa». Ahora Becky es mi esposa.

La enorme satisfacción que me invade al pensar en ello no tiene mucho sentido, pero no quiero ahondar en eso. Es mía y eso es lo que importa. Me acostaré con ella y la consentiré y ella, a cambio, satisfará todos mis deseos sin importar lo oscuros o retorcidos que sean. Me entregará su cuerpo entero y yo lo aceptaré. La poseeré por completo y después le exigiré más.

Sin embargo, esta noche le voy a dar todo lo que quiera. Seré dulce, amable y tan cariñosa como cualquiera otra persona con su nueva esposa. Por ahora, lo perveso que hay dentro de mí está tranquilo, conforme. Ya habrá tiempo para castigarla después por mostrarse malcriada en la iglesia. En este momento, no deseo hacerle daño; solo quiero tenerla entre mis brazos, acariciar su piel sedosa y sentir cómo se estremece de placer. Mi miembro está duro, palpita con exigencia, pero esta vez las ansias son distintas, más controladas.

Me meto en el jacuzzi largo y redondo, me coloco a Becky sobre el regazo y nos sumerjo a ambas en el agua espumosa. Ella deja escapar un suspiro gozoso, se relaja y se inclina sobre mí cerrando los ojos y apoyando la cabeza sobre mis hombros. Me hace cosquillas en la piel con su pelo brillante, cuyas puntas largas flotan en el agua. Me muevo un poco y dejo que los chorros de agua potentes me masajeen la espalda. Siento cómo la tensión va desapareciendo gradualmente a pesar de mi persistente excitación sexual.

Durante un par de minutos me satisface estar allí sentada sin más, acunándola entre mis brazos. A pesar del calor sofocante de fuera, la
temperatura de la casa es fresca y mi piel agradece el agua caliente. Es muy relajante. Me imagino que a Becky también le sienta bien y le alivia el dolor de los moretones que le hice antes.

Levanto la mano y le acaricio la espalda vagamente, maravillándome con la suavidad de su piel de oro. Se me contrae el pene y pide más, pero esta vez no tengo prisa. Quiero prolongar este momento para que el juego de los preliminares sea más intenso.

—Esto me gusta —murmura después de un rato y vuelve la cabeza hacia mí para mirarme fijamente. Tiene los párpados caídos y sus mejillas regordetas rosadas, debido a la temperatura del agua—. Ojalá me pudiera dar un baño como este todos los días.

—Puedes hacerlo —digo con suavidad, le doy la vuelta sobre mi regazo para que pueda mirarme directamente a la vez que sumerjo la mano para cogerle el pie derecho—. Puedes hacer lo que quieras. Ahora esta es tu casa.

Le aprieto un poco la planta del pie y se la empiezo a masajear como a ella le gusta, disfrutando de los gemidos contenidos que emite. Al igual que el resto del cuerpo, tiene los pies pequeños y bonitos. Son incluso sexis con ese pintauñas rosa que lleva puesto. Sucumbo ante la necesidad repentina de levantarle el pie para metérmelo en la boca y se lo chupo suavemente, repasando cada dedo con la lengua. Gime y me mira fijamente, puedo oír cómo se le acelera la respiración; el deseo hace que se le oscurezcan los ojos. Me doy cuenta de que esto la pone, lo que provoca que se me endurezca aún más.

Rosas y cenizas [freenbecky]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora