Mi captora es un enigma. No sé quién es ni por qué me llevó. Hay una oscuridad dentro de
ella, una oscuridad que me asusta incluso cuando me atrae.
Mi nombre es Becky, y esta es mi historia.
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"Me moldeo a su man...
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POV BECKY Cuando me levanto por la mañana Freen ya se ha ido.
Al salir de la cama voy directa a la ducha, me noto sucia y sudada tras la pasada noche. Ambas nos quedamos dormidas después de haber hecho el amor, demasiado agotadas como para lavarnos o para cambiar las sábanas mojadas. Más tarde, justo antes de amanecer, Freen me despertó penetrándome otra vez. Sus manos habilidosas me llevaron al orgasmo antes de que me hubiera despertado del todo. Es como si siempre quisiera más de mí y sus deseos por mi no se detienen.
Por supuesto, yo también quiero siempre más de ella.
Se me dibuja una sonrisa al recordar la pasión ardiente de la noche anterior. Freen me prometió la noche de bodas de mis sueños y lo cierto es que me la dio. Ni siquiera recuerdo cuántos orgasmos he tenido durante las últimas veinticuatro horas. Por supuesto, ahora estoy aún más dolorida, tengo mi interior en carne viva de follar tanto.
Sin embargo, me siento mucho mejor hoy, tanto física como mentalmente. Los moretones de los muslos están menos sensibles al tacto y ya no me siento tan abrumada. Incluso el hecho de haberme casado con Freen me parece menos desagradable por el día. En realidad, nada ha cambiado, salvo que ahora hay un trozo de papel que nos une y hace saber al mundo que le pertenezco. Secuestradora, amante o esposa, es todo igual; la etiqueta no cambia la realidad de nuestra relación disfuncional.
Me meto bajo el agua de la ducha y me reclino para que el agua caliente me caiga por la cara. La ducha es tan lujosa como el resto de la casa, con una forma circular en la que podrían caber diez personas. Me limpio y me froto cada milímetro hasta que vuelvo a sentirme limpia. Después vuelvo al dormitorio para vestirme.
Encuentro un armario enorme al final de la habitación, donde sobre todo hay ropa de verano ligera. Al acordarme del calor sofocante que hace fuera, elijo un vestido azul sencillo sin mangas y luego me calzo unas chanclas marrones. No es el atuendo más sofisticado, pero valdrá. Estoy lista para explorar mi nuevo hogar.
La finca es enorme, mucho más grande de lo que creía ayer. Junto a la casa principal también se encuentran los barracones para los más de doscientos guardias que vigilan el perímetro y unas cuantas casas donde viven los empleados y sus familias. Es casi como un pueblo pequeño o más bien una especie de complejo militar.
Ana me cuenta todo esto en el desayuno. Por lo visto Freen avisó de que tendría que comer y ducharme cuando me levantara. El trabajo la tiene ocupada, como siempre.
—La señora Sarocha tiene una reunión importante — explica Ana mientras me sirve un plato al que llama «migas de arepa»: huevos revueltos con trozos de maíz y salsa de tomate y cebolla—. Me pidió que me ocupara de usted hoy, así que, si necesita algo, dígamelo. Si quiere, Mía puede darle un paseo por aquí después del desayuno.
—Gracias, Ana —digo hincándole el diente a la comida. Está increíblemente deliciosa; el sabor dulce de las arepas complementa el picante de los huevos—. Un paseo estaría genial.