capitulo 36: Sombras y esperanza

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Paul 

El sol se colaba por la ventana, proyectando sombras suaves en el suelo de la cocina. Despertar junto a Alissa siempre había sido una de mis mayores alegrías, pero hoy todo se sentía diferente. Su rostro dormido, con esos ojos verdes que iluminaban mi mundo, estaba sereno, pero había una tensión en el aire que podía sentir incluso en mis huesos. La lucha interna de Alissa era palpable, y no podía evitar preocuparme por ella.

Desde que descubrimos que estaba embarazada, nuestras vidas se habían vuelto una montaña rusa. Me esforzaba por ser el apoyo que necesitaba, pero cada día parecía más difícil. La última discusión con su madre me había dejado inquieto. No sabía si la familia de Alissa alguna vez dejaría de ser una sombra en nuestra vida. A menudo me preguntaba si realmente habíamos tomado la decisión correcta al volver juntos, si todo este caos nos había sobrepasado.

Mientras preparaba el café, mis pensamientos divagaban hacia las últimas semanas. Alissa había enfrentado mucho: su madre tratando de controlarla, la angustia de Ilay y la presión que sentía por su carrera y su futuro. Mi corazón se rompía al ver cómo se mantenía fuerte, pero sabía que había un límite. Decidí que debía hablar con ella.

—Alissa —la llamé suavemente, mientras el aroma del café llenaba la habitación.

Ella se desperezó, abriendo lentamente los ojos. La luz la iluminó de una manera que resaltaba su belleza natural, pero había un indicio de preocupación en su mirada.

—¿Paul? —respondió, su voz aún entrecortada por el sueño.

—Quiero que hablemos. —Me senté a su lado, tratando de ser lo más tranquilo posible.

Ella asintió, aunque su expresión reflejaba incertidumbre. No sabía por dónde empezar. La verdad era que estaba cansado de sentir que estábamos en un constante tira y afloja, tratando de encontrar un camino en medio de tanto ruido.

—Me duele verte así —dije, eligiendo mis palabras con cuidado— Siento que todo lo que hemos construido está siendo amenazado. No quiero que esto nos destruya.

—No quiero que nos destruya a nosotros tampoco —respondió, su voz temblando ligeramente— Pero hay tantas cosas que no puedo controlar.

Podía ver que luchaba por mantenerse fuerte, pero la frustración y el miedo se asomaban a su rostro. Era un recordatorio de que, a pesar de todo, seguía siendo una mujer que había pasado por muchas cosas.

—¿Has pensado en hablar con un terapeuta? —le pregunté. Sabía que no era la solución mágica, pero tal vez podría ofrecerle un espacio para desahogarse.

Su mirada se endureció. —No necesito eso. Solo necesito que las cosas se resuelvan.

Sabía que esa respuesta venía de su orgullo, pero también de su dolor. Su madre había intentado manipularla, y era evidente que eso la había marcado. A veces, sentía que todo lo que hacía era empujarla más lejos.

—Alissa, no estoy tratando de hacerte sentir que no puedes manejarlo todo. Solo me preocupa que, en tu deseo de controlar la situación, estés dejando que te consuma.

Ella bajó la vista, y por un momento, el silencio llenó el espacio entre nosotros. Podía ver que estaba sopesando mis palabras, pero aún había una barrera entre nosotros que no sabía cómo atravesar.

Su mirada se encontró con la mía, y por un momento, sentí que la tormenta se calmaba. No era suficiente para sanar las heridas, pero quizás era un comienzo. Tenía que creer que juntos podríamos encontrar una manera de salir adelante.

Los días que siguieron fueron una mezcla de incertidumbre y esperanza. Me despertaba cada mañana con la idea de hacer lo correcto, de ser el apoyo que Alissa necesitaba. Pero el peso de la situación seguía presente. Había sombras en nuestro camino, pero sabía que lo que teníamos merecía la pena luchar.

CICLÓN DE RECUERDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora