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La historia que están a punto de leer es enteramente ficticia y requiere discreción. Es un tema mórbido e inhumano. Pero sepan que sí habrá justicia a lo largo de esta macabra ficción. Es desesperante al comienzo.

Ya advertidos, comencemos.

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5 de noviembre del 2025
(1 año después del evento)

Lingling Clerk conducía en un bosque de espirales. Llevaba una hora y le faltaba otra más. Vestía un suéter negro, mahones igual y botas de invierno. Miraba la hora en el reloj. Tres de la tarde. Los minutos se sentían como una eternidad. No tenía a nadie con quién hablar. Nadie con quién acelerar el tiempo.

Estacionó en una misteriosa cabaña a lo profundo del bosque. Se bajó acomodando la maleta en su hombro y la libreta de apuntes. La cabaña era espeluznante. Entre acogedora y aterradora. No había vecinos en el área. Pero el dueño seguramente no quería hablar con personas después de lo que pasó.

Subió los primeros tres escalones del pórtico hasta la puerta. En el momento en que acercó el puño, se detuvo. Reflexionó si había sido una buena idea venir.

Y al final, tocó tres veces.

La puerta se abrió con una persona al margen. La apariencia la dejó sin habla. Se había propuesto saludar. Era una periodista. Saludar era parte de su trabajo mas sin embargo, al abrir la boca no encontró cómo cerrarla.

—Es una reacción normal. Lo hubieras visto antes. Estaba peor. — El dueño, Gulf Winston, respondió.

—Lo siento. De verdad. Perdone mi descaro.

—No, descuida. ¿Eres periodista?

—Sí. Buenas tardes, mi nombre es Lingling.

—Mucho gusto, Ling

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—Mucho gusto, Ling. Pasa.

La periodista pasó de hombros encogidos. Inspeccionando el cálido hogar. Por dentro no era como afuera. Había cuadros hermosos y retratos de la pareja de la cabaña: Gulf y Mew, dos hombres que se conocieron en horribles circunstancias. Ambos se abrazaban en los retratos.

Ling sonrió ante eso y tomó asiento en la silla de la mesa redonda.

—¿Quieres café? También hay chocolate caliente.

—El chocolate sería muy amable de su parte. Gracias.

Gulf se dispuso hacer el chocolate. Incluso de espaldas, Ling pudo notar las cicatrices al margen de las manos.

Tan pronto como terminó de hacerlo, se sentó frente a ella con un chocolate para ella y uno para sí mismo. —Mew salió a comprar cosas. A mí todavía me cuesta visitar la ciudad.

—No hay problema. Y es entendible. Tengo entendido que usted accedió a esta entrevista, ¿No es así?

—Mjm.

COSIDO• MewGulf 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora