¿Sangre?

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Force y Book acomodaban cada uno su respectiva habitación. Duraron más de tres horas; bueno, Force estuvo esas horas, porque Kasidet tardó más de siete. Pero aquel sueño con aquella chica seguía resonando en la mente de Kasidet. ¿La conocía o la había visto por casualidad en la calle y se había enamorado a primera vista? Muchas teorías locas pasaban por su mente, tanto que ni siquiera se dio cuenta de que Kasidet le estaba hablando hasta que este le pegó en el brazo.

—¿Me estás escuchando? —preguntó Kasidet, molesto y cruzado de brazos.

—¿Qué? —preguntó Force, desconcertado.

—Te dije que vinieras a ver mi habitación y me dieras tu opinión —respondió Kasidet, y Force cayó en cuenta.

—No puedo —contestó.

—¿Por qué? —preguntó, bajando un poco su guardia.

—Iré a trotar —respondió Force, y Kasidet se sorprendió.

—¿No estás cansado? Hicimos mucho ejercicio ayer y hoy —contestó, pero Force negó.

—Tengo aún energía para trotar —argumentó—. Ahora déjame, me voy a cambiar.

Y sin decir nada más, cerró la puerta en la cara del omega. Kasidet se sintió ofendido y desconcertado, así que decidió esperar a que Force saliera y le explicara por qué hizo eso. Sin embargo, prefirió irse a su habitación y revisar que todo estuviera en su sitio; era muy detallista.

Force ya estaba en su habitación, con su ropa deportiva y los audífonos puestos, pero no podía dejar de mirar la puerta, creando teorías sobre quién era aquella chica. Todos esos pensamientos se esfumaron cuando escuchó los pasos de Kasidet irse. Salió, llenó su termo con agua y salió de la casa, no sin antes reproducir su música.

El alfa trotaba tranquilo, pero al alejarse del parque, decidió parar. Sediento, tomó un trago de su termo, pero notó un sabor raro, como metálico. Dió otro sorbo y, efectivamente, sabía igual. Confundido, destapó el termo y vio un líquido rojo. ¿Jugo? Se preguntó, pero no recordaba haber llevado jugo, así que decidió vaciar el contenido. Cuando lo dio vuelta, el líquido espeso tardó en salir y había rastro de lo que parecían ser coágulos. Miró esto con asco, hasta que escuchó a alguien gritar.

—¡Ese chico está tomando sangre! —gritó una señora. Todos miraron a Force, y él miró el líquido. ¿Sangre? Las ganas de vomitar lo invadieron, pero en lugar de eso, tiró su termo, aunque le dolió, era de sus favoritos. Corrió a una tienda a comprar agua, asegurándose de que esta no tuviera sangre.

Force trotó de nuevo a su nueva casa, no quería que la gente lo viera como un lunático, cuando en realidad no lo era. Al llegar, se encontró con Kasidet jugando videojuegos, y este se sentó a su lado.

—¿Cómo te fue? —preguntó Kasidet sin apartar la vista del televisor, pero Force no respondió; estaba sumido en sus pensamientos. Kasidet pausó el juego y suspiró.

—Voy a comprarte una campana para tocarla cada vez que me ignores.

Force, entonces, le contó todo lo que le había sucedido durante su trote.

—No te creo —dijo Book—. Es imposible que de un momento a otro el agua se convierta en sangre.

—¡Pero te digo la verdad! —exclamó Force, enojado. Sin embargo, no quería pelear con el omega, así que se recostó en el sofá.

—Dame un mando, quiero jugar también.

Venganza Del Más Allá (ForceBook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora