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Gon comenzó su nuevo pasatiempo que consistía en acosarme. Esperaba frente a la cafetería para golpearme o se ocultaba al final del pasillo para hacerme tropezar.

Cada vez que sucedía esto, yo no reaccionaba. Más y más niños sentían miedo de Gon y me compadecían. Pero nadie se enfrentaba a él. Tal vez porque temían convertirse en su próximo objetivo, auque probablemente también porque yo no mostraba signos de requirir auxilio. El consenso parecía ser "veamos qué sucede con estos dos bichos raros."

La reacción que Gon quería de mí era obvia. Me había relacionado con niños como él en mi trayectoria escolar. Aquellos que se alegraban de ver sufrir a los débiles. Aquellos que querían ver al acosado gritar y suplicar. Pero una cosa estaba clara, si Gon deseaba ver un cambio de expresión en mí, le resultaría imposible. Por más que lo intentara, sólo iba a conseguir desesperarse.

-Pág 110 y 111.

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