Capítulo 2

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De nuevo en el salón de baile, Lydia sintió que el bullicio de los invitados la envolvía como una ola. Si era cierto que se sentía menos agobiada, su mente no podía dejar de vagar en el encuentro que había mantenido con Seraphine en el balcón. Tan solo habían intercambiado unas palabras... ¿por qué su cerebro no podía dejar de repetirlas una y otra vez? Por qué se le había quedado clavada en su memoria la forma en la que la mujer había pronunciado su nombre. «Lydia...Lydia Hargrave».

—Ah, hija mía, ¡menos mal que ya estás aquí! — exclamó su madre frente a ella. En algún momento se había acercado a Lydia. —¿A dónde has ido tu sola?

Las palabras de su madre carecían de una genuina preocupación por su hija; eran más bien un eco de las expectativas sociales que esta debía cumplir. ¿Qué clase de dama respetable se ausentaría sin siquiera avisar al mozo de carabina?

—Discúlpame madre, tan solo necesitaba tomar el aire. No me encontraba demasiado bien y...

—Bueno, no importa— interrumpió Lady Hargrave, alzando ligeramente su mano enguantada—. Pero quiero que sepas que Lord Blackwood lleva un buen rato buscándote. Debería darte vergüenza dejar a tu futuro prometido abandonado en el salón de baile de esta manera tan... desconsiderada.

Aquella afirmación dejó a Lydia ligeramente confundida. Ella recordaba perfectamente haberle mencionado a Edmund que saldría al balcón, y había cumplido con su palabra. Si su prometido sabía donde iba a estar... ¿Qué es eso de que llevaba un buen rato buscándola?

—Deberías acudir de inmediato a su encuentro, está bastante molesto y espero que seas una niña educada y le pidas disculpa como corresponde, jovencita.

Lydia no pudo hacer otra cosa que bajar la mirada mientras su madre la reprendía de forma discreta en aquel salón abarrotado de invitados que disfrutaban de la fiesta. Sin embargo, en aquella ocasión, el sonido de las risas y la música no parecía desvanecerse a su alrededor. Sino que eran las palabras de su madre las que quedaban opacadas por el jolgorio de alrededor.

—Sí, madre...— respondió de forma automática, como ya había hecho en muchas tantas ocasiones anteriores.

—Eso es lo que deseaba oír. Ahora, ve. No me des más disgustos.

Con un suspiro de resignación, Lydia se despidió de su madre y comenzó a caminar hacia uno de los extremos del gran salón donde se suponía que Lord Blackwood la estaría esperando. Era muy probable que estuviese en medio del pequeño grupo de hombres, ya tenía fama de buen orador y solía rodearse rápidamente de fieles oyentes.

La mirada de su madre seguía cada uno de sus pasos, como una sombra de la que no podía zafarse. Sin embargo, cuando estuvo a escasos metros de reencontrarse con su prometido, una voz familiar le hizo parar en seco.

—Lydia... por aquí...

La joven giró la cabeza en dirección a aquella voz y vio a Seraphine sonriéndole entre la multitud. Su voz había sonado demasiado cercana para donde ella se encontraba situada. ¿Cómo...?

Seraphine, que parecía brillar con una luz propia sobre todos los demás, la observaba clavando sus ojos en los suyos, con una intensidad innegable. Sus labios se curvaron hacia arriba antes de volverse y mezclarse entre la multitud.

Un sentimiento de incertidumbre se apoderó del cuerpo de Lydia. Seraphine la había invitado a seguirla, pero... Edmund la esperaba.

Desvió la mirada hacia el grupo de hombres que conversaban animadamente, descubriendo que, efectivamente, su prometido se encontraba entre ellos. No parecía estar tan enfadado como su madre le había insinuado.

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⏰ Última actualización: Oct 13 ⏰

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