"𝘠𝘰 𝘫𝘢𝘮á𝘴 𝘴𝘶𝘧𝘳í, 𝘺𝘰 𝘫𝘢𝘮á𝘴 𝘭𝘭𝘰𝘳é, 𝘺𝘰 𝘦𝘳á 𝘮𝘶𝘺 𝘧𝘦𝘭𝘪𝘻, 𝘺𝘰 𝘷𝘪𝘷í𝘢 𝘮𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯... 𝘏𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤í"
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Dos jóvenes jugaban en el inmenso jardín; las risas eran como una cálida brisa que te hacía saber que el verano estaba en su apogeo.
—¡Daria, eso es trampa!—exclamó Kaelos, mientras los adultos reían al ver a aquellos dos adolescentes correr por todo el jardín.
—No seas un llorón, yo alcancé la bandera primero, Kaelos—respondió ella, con una sonrisa que iluminaba su rostro. De sus labios solo salió una risa que, para él, era aquello que refrescaba su corazón. Aquella joven de cabello negro azabache y mirada profunda definitivamente le robaba más de tres suspiros al día.
—Oye, Daria, ¿irás al baile de esta noche? Ya sabes... ese que organizan mis padres cada eclipse. Mi madre dice que si bailas bajo el eclipse con la persona que amas, se vuelve tu alma gemela—dijo Kaelos, caminando sin mirar hasta que chocó contra la espalda de ella.
—¿Qué pasa? ¿Por qué te detie...?—sus palabras se vieron interrumpidas por la mujer. Una frialdad que él desconocía hizo que su voz sonara completamente distinta a la dulce voz que Daria solía tener.
—Otra vez con lo mismo... qué fastidio—volteó a verlo. Su rostro, sin expresión alguna, provocó un gemido de sorpresa en Kaelos; parecía una persona completamente distinta. Su cabeza comenzó a llenarse de preguntas sin respuesta.
—Por suerte, no tendré que volver a escucharte a ti ni a tu estúpida hermana. Estaba harta de fingir que realmente me interesaba saber algo de ti—sentenció Daria, su mirada fría como el acero.
—¡Kaelos, corre!—gritó una voz distante, que resonaba como un eco vacío entre los estruendosos latidos de su corazón. Su visión parecía dar vueltas frente a él, y su mundo parecía estarse derrumbando en su mente. Aquella daga había perforado su pecho, pero el dolor no se comparaba con el que sus ojos expresaban. Aquellos ojos negros que amaba lo miraban con indiferencia, odio y repugnancia. Su mano apretó la de Daria, impidiendo que sacara la daga. Su visión comenzó a desvanecerse.
—¡KAELOS!
12 de febrero del año 2123.
—¡Madre!—su pecho subía y bajaba, su cuerpo repleto de sudor y sus manos temblorosas le recordaban su deplorable situación. Suspiró y salió de la cama, caminando en dirección hacia la ventana. No parecían ser más de las 8 de la mañana, y aquello, en cierta forma, lo irritaba. Acarició su sien en un intento de relajarse, pero el sonido de una explosión le hizo saber que sería imposible.
—¡Su majestad! Están aquí—apretó los dientes y, con rapidez, salió de su habitación. Malditos exitiums.
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Casi grité cuando fui despertada por la campana. A pesar de haber crecido escuchándola, no me acostumbraba a aquel estridente sonido; era como escuchar miles de ollas siendo golpeadas.
—Deberían considerar cambiar esa campana—murmuré, levantándome del suelo y estirándome de forma perezosa. Até mi cabello en una coleta y, sin preocuparme siquiera por ver si quedó bien, salí directamente de mi habitación. De manera casi inmediata, me topé con mi familia, pero, como era de esperarse, la única que se dignó a saludarme era la pequeña Kiki.
—¡Nana, buenos días!—exclamó, sonriendo.
Sonreí, extendiendo mis brazos. Era una niña tan dulce que era casi imposible no adorarla. Me aseguré de mirar su rostro unos segundos más y planté un beso en su frente. Odiaba tener que irme y dejarla trabajar sola, pero como servidoras del rey, era nuestro deber.
—Quiero que arregles este traje, es para la señorita Daria—dijo el mayordomo.
Sus palabras se esfumaron tras escuchar ese nombre; sentí mi corazón latir con fuerza y emoción. Desde el día en que comencé a servir al reino, había soñado con poder usar mis conocimientos para la señorita Daria, aquella joven a la que veía a través de mi ventana, añorando ser su amiga, tomar el té juntas, poder abrazarla y que me sonriera de manera cálida. La voz del mayordomo me sacó de mi trance.
—¿Me escuchaste?—preguntó.
Tomé el traje en mis manos y asentí.
—Lo tendré listo para mañana en la mañana, lo prometo—sonreí, pero de nada servía. La cara del hombre mayor era como ver una estatua.
—No prometas. Quiero que lo tengas listo para mañana—dijo, empujándome con su hombro y provocando que casi cayera al suelo. Suspiré y, sin reprochar, caminé a mi estación de trabajo.
El lugar de trabajo era una zona especial en el palacio: telas de todos los colores, oro y piedras preciosas por doquier. Era un completo paraíso para mí, como llenar mis ojos de un festín de deliciosos colores. Corrí hacia mi mesa de trabajo y coloqué el traje. Era de un azul marino profundo como el mar. Mi mente comenzó a maquinar un montón de ideas sobre cómo arreglarlo. Rápido, garabateé un boceto para comenzar a trabajar en el traje. Pasé horas y horas sin medir mi cansancio; mis dedos sangraban por las veces que me había pinchado. Había colocado piedra por piedra, y en cada detalle de ese traje iba una parte de mi ilusión. Estaba tan cansada que no me di cuenta en qué momento me quedé dormida y aquello había sido mi mayor error.
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¡Hola! Soy Nao la creadora de "parches", es una novela en desarollo asi que porfavor no seas cruel al dejar algún comentario, ¡estoy emocionada!, es la primera vez que publico algo en wattpad jiji, si llegaste hasta aquí, gracias por leer hasta el final, espero verte en la proxima publicación. MUUUUAK ♡
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"𝘗𝘢𝘳𝘤𝘩𝘦𝘴"
Science Fiction"ʏ ᴀᴜɴQᴜᴇ ᴇʟʟᴀ ᴘᴀʀᴇᴄᴇ ᴇʟ ꜱᴏʟ, ᴇꜱ ʟᴀ ʟᴜɴᴀ, ʏ Éʟ ᴀᴜɴQᴜᴇ ᴘᴀʀᴇᴢᴄᴀ ʟᴀ ʟᴜɴᴀ, ᴇꜱ ꜱᴜ ꜱᴏʟ." ʟᴏꜱ ʜᴇᴄʜᴏꜱ ɴᴀʀʀᴀᴅᴏꜱ ɴᴏ ꜱᴏɴ ʀᴇᴀʟᴇꜱ ɴɪ ʙᴀꜱᴀᴅᴏꜱ ᴇɴ ᴀʟɢᴜɴᴀ ʜɪꜱᴛᴏʀɪᴀ ʀᴇᴀʟ, ʟᴏꜱ ᴘᴇʀꜱᴏɴᴀᴊᴇꜱ ʏ ʟᴀ ɴᴏᴠᴇʟᴀ ꜱᴏɴ ᴅᴇ ᴍɪ ᴀᴜᴛᴏʀÍᴀ.