𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐: 𝐋𝐚𝐬𝐭𝐢𝐦𝐚

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"𝘖𝘩, 𝘐 𝘵𝘩𝘪𝘯𝘬 𝘺𝘰𝘶'𝘳𝘦 𝘩𝘰𝘭𝘥𝘪𝘯𝘨 𝘵𝘩𝘦 𝘩𝘦𝘢𝘳𝘵 𝘰𝘧 𝘮𝘪𝘯𝘦.. 𝘚𝘲𝘶𝘦𝘦𝘻𝘦 𝘪𝘵 𝘢𝘱𝘢𝘳𝘵, 𝘵𝘩𝘢𝘵'𝘴 𝘧𝘪𝘯𝘦"

 𝘚𝘲𝘶𝘦𝘦𝘻𝘦 𝘪𝘵 𝘢𝘱𝘢𝘳𝘵, 𝘵𝘩𝘢𝘵'𝘴 𝘧𝘪𝘯𝘦"

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El ardor en mi rostro y el inminente golpe que me di contra la mesa me levantaron de un salto. ¿Acaso nadie puede despertarme de forma normal? Froté mis ojos con molestia, la cual desapareció al ver quién había sido la causante de todo.

—Señorita Daria —dije, levantándome rápidamente y acomodando mi ropa con prisa. Escondí mis manos tras mi espalda y agaché la mirada. El silencio era tanto que tenía miedo incluso de respirar; pareció eterno antes de escuchar finalmente su voz.

—¿Quién te dijo que podías modificarlo? —Por inercia, levanté la mirada y fue ahí donde, por primera vez, mis ojos se encontraron con los de ella. Pero había algo diferente en su mirada: una mezcla de desprecio. Con prisa, me apresuré a contestar.

—El mayordomo —agaché de nuevo la mirada y mordí mis labios. Daria mandó a llamar a aquel vejestorio entre gritos hasta que se hizo presente.

—¿Tú le diste la orden de modificar mi traje? —La tensión en mi pecho subió tanto que sentía que en cualquier momento iba a explotar. Ojalá lo hubiera hecho.

—No, señorita Daria, ni siquiera sabía que esta... costurera lo tenía —sin pensarlo, levanté la mirada molesta.

—¡Eso es mentira, tú mismo me lo entregaste! —Antes de poder seguir defendiéndome, sentí un inmenso dolor en mi mejilla. Mis manos golpearon el suelo, evitando que mi rostro se estrellara contra este.

—Nadie te dio permiso de hablar, conoce tu lugar —sentía la mirada de todos sobre mí, y eso me provocaba una inmensa vergüenza.

—Tienes una hora para quitar todo lo que sea que hayas colocado en mi maldito traje —aventó el traje sobre mí. Lo tomé en mis manos y asentí. En cuanto se fueron, Mikaela se acercó a mí y me ayudó a levantarme. Miré mis manos lastimadas y finalmente comencé a llorar.

—No puedo creer lo que te hizo. ¿¡Quién se cree!? —Reí levemente mientras retiraba cada zafiro.

—Tal vez es la heredera al trono y la próxima regente de todos nosotros —pude escuchar cómo bufaba.

—No me refiero a la señorita Daria, sino al estúpido de ese vejestorio. Todos somos testigos de cuando te dio la orden.-

Mis manos se detuvieron y apreté la tela.

—Si es así, ¿por qué nadie dijo nada? —pude ver en su silencio el miedo, y simplemente suspiré.

—Quiero estar sola, Mikaela. Si realmente no harás nada más que quejarte, te pido que te vayas —le di la espalda y continué apresurándome en quitar las piedras. Pronto su presencia se marchó y pude volver a estar en paz.

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Horas más tarde.

Curaba mis manos con un poco de crema medicinal. Apreté una venda alrededor y me estiré sobre mi cama. Había logrado entregar el traje, pero mi energía estaba en su punto más bajo. Comencé a pensar en lo que había sucedido. ¿Por qué el mayordomo haría algo así? Realmente no lo entendía, pero comprendía a Daria, así que no sentía ningún tipo de rencor hacia ella a pesar de haber sido golpeada.

Un toque en mi puerta me sacó de mis pensamientos.

—Chryse, el grupo de expedición ya va a partir. Tenemos que salir —asentí a las palabras de mi madre. Me levanté y caminé junto a ella a una de las salidas del palacio. Era común hacer esto; cada día, una cantidad considerable de guerreros acompañan a Daria al exterior en busca de alimentos. El revuelo no tarda en formarse y los gritos de aliento llenan las calles. La inmensa puerta se abre y, con un aire de esperanza, abandonan Kalyndria.

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"𝘗𝘢𝘳𝘤𝘩𝘦𝘴"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora