Capitulo 9

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CAPITULO 9

Fue un beso lleno de promesas, un momento en el que ambos sintieron que estaban destinados a encontrarse.

Con el tiempo, los besos entre Hera y Drakeo se volvieron más que simples gestos robados bajo las estrellas; en donde el único testigo fue Nyx, se convirtieron en algo cotidiano, casi inevitable. Hera, la imponente reina del Olimpo, encontraba cada vez más razones para alejarse de su divino hogar y pasar tiempo en Rusia. Las excusas para ausentarse eran cada vez más frecuentes, y los dioses comenzaron a notarlo, especialmente Zeus. Él, acostumbrado a verla disfrutar de los jardines de su palacio, de su trono majestuoso, no podía ignorar que Hera ya no se encontraba tan a menudo a su lado. La sospecha comenzó a invadirle.

Afrodita, siempre atenta a las cuestiones del amor, se sintió intrigada por la energía radiante que Hera desprendía últimamente. Había notado que la frialdad que antes parecía envolver a la diosa ahora se había transformado en un aura diferente, una de enamoramiento, devoción. Sin embargo, el recuerdo de la última vez que había osado preguntarle a Hera sobre asuntos personales aún la quemaba. Hera había montado en cólera frente a todo el Olimpo, y ni siquiera los dioses más poderosos se atrevieron a intervenir. Afrodita, humillada, había aprendido su lección, después del suceso de había encerrado en el templo de Atenea a quejarse con la diosa, mientras la diosa en cuestión escuchaba sus quejas y trabajaba, al final Atenea había logrado calmar a Afrodita lo suficiente para que volviera a su habitual yo, jovial y ferviente, pero nadie necesitaba saber eso.

Ares, miro con sorpresa a su amante y hermana, nunca en sus sueños más salvajes y sangrientos, se hubiera imaginado a Atenea consolando a su amante, era impensable. Sin saberlo, sus pensamientos eran compartidos con los demás en la sala, que los miraban con incredulidad, mientras una Atenea se mostraba indiferente ante las miradas, y Afrodita se apresuraba a retomar la lectura para evitar el ambiente incomodo que se había formado ante aquella revelación.

Fue en una de esas noches mágicas, cuando la relación entre Hera y Drakeo alcanzó un nuevo nivel de intimidad. Estaban en la enorme mansión de Drake, un hermoso refugio a las afueras de San Petersburgo, rodeado de bosques frondosos y jardines con las más exquisitas especies de flores, Hera se preguntó brevemente como era posible que los jardineros de la mansión lograran mantener un jardín tan hermoso y tan bello durante el invierno, cuando le pregunto a Drakeo sobre eso, el mismo le respondió que no sabía, hace mucho había dejado de cuestionarlo. Hera había descubierto que Drakeo no era un simple mortal cualquiera, sino un empresario de renombre en Rusia, pero que nunca aparecía ante el público, eso explicaba porque no había encontrado información sobre él, ni los medios y la gente en general conocía el rostro detrás de la empresa Romanova. Su casa era tan majestuosa como su personalidad: cada detalle cuidado, cada rincón reflejaba un hombre de poder y gusto refinado. A Hera le vino a la mente que Artemis y Deméter habría adorado aquel lugar; la conexión con la naturaleza, el silencio sereno que solo un refugio como aquel podía ofrecer.

Deméter observo a su hermana menor con ojos expectantes, casi una súplica reflejaba, parecía que la diosa en cuestión estaba rogando a que su hermana la llevase ante aquel lugar descrito. Mientras, Artemis en un principio hizo una mueca desaprobatoria ante el hecho de entrar a la mansión del hombre en cuestión, su rostro cambio ante lo que quiso referirse la diosa del matrimonio, y una calidez se expandió en su pecho, mientras un pequeño rubor crecía en sus mejillas pálidas al saber que la diosa conocía sus preferencias y gusto, Artemis estaba segura que a sus cazadoras le encantaría acampar en tal bosque, la descripción que había realizado Afrodita, había hecho sonar el lugar como un espacio perfecto para reconectarse con la naturaleza y disfrutar de su belleza, su mirada se desvió a su madrastra quien le daba una ceja silenciosa a Deméter ante la súplica en sus ojos. Hades suspiro estaba seguro de que a su Perséfone le encantaría el lugar. Cuando terminara la lectura, tal vez debería conseguir algunas semillas nuevas para que su esposa plantaran en su jardín de estatuas.

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⏰ Última actualización: Oct 11 ⏰

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