Julian había sido académico en la facultad de salud por más de una década. Era un hombre respetado, querido por sus colegas y admirado por los estudiantes. De personalidad firme, pero con una suavidad que se revelaba solo a quienes lograban verlo en momentos de confianza. Su altura imponente y su voz varonil le daban una presencia difícil de ignorar. Llevaba casado siete años, y aunque siempre había sido fiel, algo en su vida comenzaba a cambiar.
La llegada de Iván lo tomó por sorpresa. Iván, un académico que acababa de incorporarse al plantel, no era particularmente llamativo en apariencia, pero algo en su actitud lo destacaba. De mediana estatura, serio y exigente, imponía respeto en los laboratorios que dirigía. Su voz, jovial a pesar de su estricta personalidad, llenaba el espacio con una energía que contrastaba con su rigidez. Julian e Iván no tardaron en cruzar caminos. La facultad no era grande, y las clases de morfología humana, con sus macromodelos anatómicos, servían como el perfecto escenario para sus encuentros.
Al principio, todo fue meramente profesional. Julian se encargaba de las clases teóricas y los laboratorios, mientras Iván solo se ocupaba de los laboratorios. Sin embargo, esos momentos en los que ambos coincidían tras las mesas llenas de modelos anatómicos, etiquetando y explicando estructuras a los estudiantes, comenzaron a tener un tinte diferente. Las risas ocasionales detrás de los muebles, los comentarios cómplices sobre el rigor de la enseñanza, y las charlas en los pasillos de la facultad iban tejiendo una conexión que ambos sentían, pero ninguno se atrevía a nombrar.
—Te estás tomando esto muy en serio, ¿no? —bromeó Julian una tarde, mientras Iván, concentrado, intentaba organizar el rótulo de un cráneo anatómico. Iván lo miró, una sonrisa ladeada apareciendo en su rostro.
—Alguien tiene que hacerlo bien por aquí —respondió, su tono serio contrastando con el brillo en sus ojos. Julian rio, ese tipo de risa que empieza siendo leve y termina resonando en el espacio. Iván notó cómo el sonido se le metía bajo la piel, y no pudo evitar que el corazón le latiera un poco más rápido.
Con el tiempo, la amistad profesional que los unía comenzó a transformarse. Las miradas eran más largas, los roces más frecuentes y los juegos más atrevidos. Una tarde, cuando el laboratorio estaba vacío y los estudiantes se habían ido, Iván se quedó más tiempo del necesario, supuestamente revisando unos modelos. Julian lo observaba desde el otro lado de la sala, su postura aparentemente relajada, pero algo en su mirada delataba que estaba a la expectativa.
—¿Te vas a quedar hasta que etiquetemos todos los huesos? —preguntó Iván, sin levantar la vista de la mesa.
—Si hace falta, sí —respondió Julian, su tono cargado de algo más que simple camaradería.
Iván levantó la vista, sus ojos encontrándose con los de Julian. La tensión en el aire era palpable, un hilo invisible que los unía en esa sala silenciosa, rodeados de figuras anatómicas. Lentamente, Julian se acercó, su presencia llenando el espacio entre ambos. El silencio que siguió fue más elocuente que cualquier palabra.
—Iván... —comenzó Julian, su voz baja, casi un susurro, pero antes de que pudiera continuar, Iván rompió la distancia, sus labios encontrándose con los de Julian en un beso que había sido inevitable desde el principio. Todo lo que habían reprimido en esas risas compartidas y en los juegos velados ahora se desbordaba.
Era como si el tiempo se hubiera detenido. Julian, con toda su altura y dureza exterior, se suavizó completamente bajo el toque de Iván, mientras Iván, siempre tan serio y estricto, dejaba salir una pasión que lo envolvía todo. Lo que había empezado como un flechazo inocente entre colegas había estallado en algo que ninguno de los dos había previsto.
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Anatomía del amor
RomanceEn un ambiente cargado de ciencia y tensión sexual, Julian e Iván descubren que hay cosas que no pueden etiquetarse ni reprimirse. Una historia de deseo, secretos y pasión que desafía los limites que ambos creían posible.