Gavi no podía dejar de observar a Marc.
El Omega había intentado durante meses acercarse a él, buscar esa chispa que sabía que existía.
Estaban destinados, lo sentía en cada fibra de su ser. Pero Marc era frío, distante. Para él, los Omegas no eran más que una complicación.
Gavi había escuchado los rumores sobre las anteriores parejas de Marc; Betas, incluso algún Alfa.
Nunca un Omega.
Era como si Marc rechazara por completo la idea de un lazo con alguien como él. Pero Gavi, testarudo como siempre, no se daba por vencido.
Tal vez, si lo intentaba un poco más, si se hacía notar de alguna manera, Marc finalmente lo vería.
Aquella tarde, después del entrenamiento, Gavi decidió intentar una vez más. Caminó hacia donde estaba Marc, secándose el sudor con una toalla.
El Alfa estaba hablando con Pedri, pero Gavi esperó pacientemente hasta que quedaron solos. El corazón le latía con fuerza, como siempre que estaba cerca de él.
—Marc, ¿Podemos hablar?—Preguntó con una voz más baja de lo que pretendía.
El portero lo miró por un segundo, con esa expresión impenetrable que Gavi tanto odiaba.
Como si estuviera midiendo si valía la pena dedicarle siquiera un momento.
—¿Qué pasa, Gavi?—Respondió con tono neutro.
El Omega respiró hondo. No era la primera vez que se acercaba, pero esta vez estaba decidido a ser más directo.
—Tú sabes que... que estamos destinados.—Dijo, casi en un susurro.
—¿Por qué me evitas?
Marc lo miró, su rostro no mostraba emoción alguna.
—¿Destinados?—Repitió, como si la palabra le resultara absurda.
—Gavi, eso no significa nada para mí.
El Omega sintió que su corazón se rompía un poco más, pero no se rindió.
—¿Por qué?—Preguntó, con los ojos comenzando a llenarse de lágrimas.
—¿Por qué no me das una oportunidad? Ni siquiera me miras, ni siquiera me hablas. Sé que sientes algo... Tiene que haber algo.
Marc suspiró, cruzándose de brazos, como si estuviera perdiendo la paciencia.
—No es personal, Gavi, simplemente no me interesan los Omegas, nunca me han interesado. No quiero esa clase de vínculo, esa responsabilidad. Mis parejas siempre han sido Betas o Alfas porque eso es lo que quiero.
Las palabras golpearon a Gavi, lo que más temía se confirmaba en ese momento.
Marc no solo no estaba interesado, sino que lo rechazaba por ser Omega. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, incapaz de contenerlas.
—¿Por qué no me puedes dar una oportunidad?—Preguntó, la voz quebrada.
— Yo... haría lo que fuera por ti, Marc. Solo necesito una oportunidad para demostrarte que...
—Basta.—Lo interrumpió Marc, con un tono más duro.
—No quiero que sigas detrás de mí, Gavi. No va a pasar. No quiero lastimarte, pero parece que no lo entiendes. No puedo ofrecerte lo que buscas.
El Omega se quedó allí, de pie, temblando por dentro. Marc se dio la vuelta y comenzó a alejarse, dejándolo solo una vez más, como tantas otras veces.
Gavi se cubrió la cara con las manos, tratando de no sollozar en voz alta.
Sabía que las cosas no cambiarían, pero su corazón se negaba a aceptarlo.
Los días pasaron, y Gavi seguía intentando, aunque su confianza estaba rota.
Cada vez que lo veía en el campo, su pecho se llenaba de esperanza, solo para ser destrozada nuevamente por la indiferencia de Marc.
Un día, después de un partido en el que Gavi había jugado especialmente bien, decidió volver a intentarlo.
Quizás, solo quizás, esta vez sería diferente. Marc estaba solo en los vestuarios, cambiándose, cuando Gavi entró con pasos tímidos.
—Marc..Empezóezó, y ya su voz temblaba.
El portero no lo miró, solo siguió guardando sus cosas.
—Ya hablamos de esto, Gavi.
—Lo sé, pero... no puedo dejar de sentirlo.—Gavi tragó saliva, intentando no llorar de nuevo.
—Cada vez que te miro, sé que somos...
—¡Basta! —La voz de Marc resonó en la habitación, cortando el aire como un cuchillo.
— No lo entiendes, Gavi. No me interesas. No me interesan los Omegas. No me interesas tú.
El Omega retrocedió, como si esas palabras lo hubieran golpeado físicamente.
Las lágrimas comenzaron a caer otra vez, y esta vez no podía detenerlas.
Todo su cuerpo temblaba por el dolor de la verdad que Marc le acababa de arrojar sin piedad.
Marc se levantó y, por un segundo, pareció que iba a decir algo más.
Pero en lugar de eso, simplemente recogió su bolsa y se fue sin una palabra más, dejando a Gavi solo en el vestuario, llorando en silencio.