Recuerdos de una noche pesada

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Nunca me he considerado alguien rencorosa.

Al contrario, últimamente siento que olvido muchas cosas que me hacen y me lastiman. Un borrón y cuenta nueva.

Pero nunca logro pasar página al 100% de ese momento. De hecho podría decir que cada vez recuerdo más cosas. Cada vez siento más enojo. Cada vez entiendo más cosas sobre ese evento.

Cada vez me olvido menos de ese día.

Y es tan fácil como el escuchar una lata abrirse. Sea refresco, jugo, cerveza... en especial esa última.

Provoca en mi una sensación de asco, repugnancia, enojo.

¿Tan fácil es recordar?

Supongo que si.

Toda la vida me educaron para olvidar y dejar pasar...

Pero aún así debo ser yo la que entienda que es mi culpa. Que soy grosera. Que soy poco prudente.

Recuerdo lo que detonó lo sucedido.

Fui yo poniendo límites mientras trataba de reír para que no lo tomara como una agresión de mi parte y detenía con mi mano la de él para que dejara de jugar pesado conmigo.

— No... no me gusta...—

Mencioné tranquila y tratando de no ser grosera. Una vez más. Un último esfuerzo de mi prudencia que pedía un cambio con la insolencia.

Y entonces estalló.

— ¡Después dirás que te maltrato! ¡Lárgate de mi casa! —

— Súbete, Lis... nadie se irá de aquí —

La voz de ella pedía con paciencia que me subiera mientras yo me levantaba y subía corriendo, pero la de él seguía en alto.

— ¡Vete a la chingada!

Era la primera vez que mi padre se ponía así y yo estaba tan cansada de la situación que insolencia salió sin preguntar ni pensar y salió tan sencillo como respirar.

— ¡Ya! ¡Está bien! ¡Me voy! —

Me encontraba furiosa, pero duró poco tiempo. Un silencio corto y sus pisadas encaminándose hacia mí fue lo que duró exactamente. De resto el miedo se apoderó de mí y como pude terminé de subir las escaleras para alcanzar mi cuarto.

Traté de cerrar con seguro, pero fue en vano. Mi puerta fue abierta tan solo con tres patadas.

Yo estaba acorralada y él me acorralaba aún más.

— ¡Repíteme lo que dijiste Lisa! ¡Repítelo! —

Estaba temblando. Lo recuerdo tan fácil. Recuerdo el miedo que sentía y las gotitas de miedo con las que me manché.

— Papá... y-ya... por favor...—

— Déjala, habla conmigo...—

Ella trató de ayudar de cierto modo, pero nada lo calmaba.

— Te crees mucho, ¿verdad? Pues te me vas a la chingada! —

— Por favor, papá, ya!

No recuerdo bien como terminamos saliendo del cuarto. No recuerdo como terminó mi mamá entre él y yo. No recuerdo ni siquiera cómo él terminó con su mano rodeando la muñeca de ella.

Solo recuerdo que me seguía hablando con ira.

Es chistoso.

Siempre me creí afortunada. Siempre me creí fuerte. Siempre me sentí una en un millón.

Es chistoso ver cómo la vida te hace ver que realmente no estás segura en casa. Es chistoso que te corran del hogar que empezabas a sentir tuyo.

Lo chistoso realmente no es más que dolor, ¿correcto?

Pasó el día y él más lúcido me llamó. ¿Qué podría ser?

Esperaba una disculpa, esperaba arrepentimiento, esperaba que me dijera cualquier cosa de un padre arrepentido.

— Sé que me pasé... y no recuerdo mucho... pero a veces veo cosas en ti que tu mamá no...

Ja...

Ella estaba a su lado y no decía nada. Ni siquiera se inmutaba.

Tenía solo 16 años y eso era mi culpa.

Sigue siendo mi culpa aún cuando crezco. Sigue siendo mi culpa y mi responsabilidad mantener la prudencia.

Las consecuencias... bueno... las reacciones de los demás son mi responsabilidad.

Casi no recuerdo nada. Siempre dejo atrás las cosas que me hicieron y me dañaron.

Pero recuerdo eso.

Recuerdo eso en las noches pesadas.

Recuerdo eso y mientras lloro tratando de calmarme, me duermo.

Escapo de lo que es una noche pesada y escapo de él.

- Lis

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⏰ Última actualización: Oct 12 ⏰

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