𝘁𝗵𝗲 𝗮𝗹𝗰𝗵𝗲𝗺𝘆 - p.d.

165 8 1
                                    

Paulo Dybala caminaba por el túnel del estadio Olímpico de Roma, concentrado en su respiración mientras los gritos de los hinchas lo envolvía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Paulo Dybala caminaba por el túnel del estadio Olímpico de Roma, concentrado en su respiración mientras los gritos de los hinchas lo envolvía. Cada paso qué el daba resonaba en el concreto, pero su mente no estaba en el partido. No, su cabeza estaba en Val, su esposa. Había algo distinto en el aire esa noche, algo que lo hacía sentir más ligero, como si el universo mismo estuviera conspirando para que todo saliera perfecto.

Desde el día en que se casaron, la vida con Val había sido un torbellino de emociones. Cada día con ella se sentía como un capítulo nuevo de una novela que jamás había pensado escribir. Y es que Val era su todo: su refugio en medio de la tormenta, su compañera de mates, su cómplice en las pequeñas travesuras que hacían su día a día más llevadero. Val lo entendía de una forma que nadie más lo hacía, y aunque a veces las palabras no eran suficientes, ellos tenían esa conexión casi mágica, como si hablaran un idioma propio. Como si lo suyo fuera pura magia, tal como de lo que hablaba Taylor Swift en The Alchemy, ellos estaban hechos el uno para el otro.

Esa canción se había convertido en su himno secreto, una especie de código entre los dos. Paulo recordaba la primera vez que la escucharon juntos. Había sido una tarde tranquila en su casa de Turín, después de un entrenamiento duro, cuando Val había puesto la canción en su lista de reproducción. La letra había resonado en él de una manera extraña: “Honestly, who are we to fight the alchemy?.” Desde ese día, cada vez que escuchaban el tema, ambos intercambiaban una sonrisa cómplice, como si supieran que la magia de la que hablaba Taylor era la que ellos vivían día a día.

Esa noche, Paulo tenía un plan. Si marcaba un gol, no solo lo celebraría como cualquier otro gol. Iba a ser especial, un gesto para Val que fuera más allá de las palabras, algo que le mostrara cuánto la amaba. Después de todo, no era solo su esposa; era la mujer que le había cambiado la vida por completo. Y esta vez quería hacerlo a lo grande, en el campo, frente a todos, pero solo para ella.

El vestuario estaba lleno de tensión. José Mourinho hablaba rápido, repartiendo instrucciones, pero Paulo tenía otra cosa en mente. Miraba su camiseta con el número 21 mientras se ajustaba los cordones, sonriendo en silencio. Sabía que Val estaba en las gradas, como siempre. Ella no se perdía un solo partido, no importaba si era un amistoso o una final. Estaba ahí, apoyándolo en las buenas y en las malas. Paulo la buscaba entre la multitud cada vez que podía, y la encontraba. Aunque estuviera lejos, podía sentirla cerca.

El árbitro pitó, y el partido comenzó. Desde el primer minuto, Paulo sintió esa energía especial. Los compañeros le pasaban la pelota, y él distribuía con precisión. La Roma dominaba el juego, pero Paulo sabía que tenía que ser paciente. Esperar el momento justo, el momento perfecto.

Los primeros 20 minutos pasaron volando. Paulo estaba metido de lleno en el partido, pero al mismo tiempo, cada vez que miraba hacia las gradas, sentía un calor en el pecho al pensar en Val. Sus ojos la buscaban instintivamente, sabiendo que estaría ahí, mirándolo con esa mezcla de orgullo y nervios. Le encantaba verla así, apoyándolo con una sonrisa o mordiéndose los labios cuando el partido se ponía complicado. Ella siempre había sido su fan número uno, incluso antes de que lo conociera como futbolista. Lo amaba por quien era, no por los goles que marcaba o los trofeos que ganaba.

Llegó el minuto 30, y con él, la oportunidad que Paulo estaba esperando. Una jugada rápida por la banda derecha, Spinazzola lanzó un centro perfecto, alto y medido. Paulo, como si estuviera destinado a ese momento, controló la pelota con el pecho, dejándola caer justo frente a sus pies. Sintió la presencia del defensor rival, pero lo ignoró. Giró sobre sí mismo con una elegancia característica, y sin dudarlo, remató al arco con una volea precisa. El balón se elevó y fue directo al ángulo superior. Golazo.

El estadio estalló en gritos, pero Paulo ya no escuchaba el ruido. Se giró de inmediato, buscando a Val entre la multitud. No era la primera vez que le dedicaba un gol, pero este era diferente. Este tenía un mensaje oculto, un símbolo de todo lo que compartían. Corrió hacia la esquina del campo, donde sabía que estaba ella, y levantó ambos brazos hacia el cielo antes de formar un corazón con las manos. Luego, se señaló el pecho y lo apuntó directamente hacia ella.

—¡Para vos, mi amor! —gritó, sabiendo que no podría escucharlo por el ruido ensordecedor, pero confiando en que el gesto lo diría todo.

En las pantallas del estadio, se podía ver su rostro emocionado, con los ojos llenos de amor y una sonrisa que no podía contener. Las cámaras lo siguieron mientras sus compañeros lo abrazaban, pero él solo tenía ojos para Val. Ella lo miraba desde las gradas, con los ojos brillantes y las manos cubriéndose la boca, claramente emocionada. Paulo sintió que había logrado lo que quería. Ese gol no era solo un gol. Era su manera de decirle cuánto la amaba, cuánto significaba para él. Era su forma de mostrarle que, en medio de todo, ella siempre era su prioridad.

El partido continuó, pero Paulo ya no necesitaba nada más. Había cumplido su objetivo. Incluso si no marcaba otro gol, esa noche ya había sido perfecta. Y cuando el árbitro pitó el final del partido, Paulo solo tenía una cosa en mente: salir corriendo hacia Val.

Después de los festejos y las entrevistas de rigor, Paulo se dirigió a la zona donde estaba Val. La encontró esperándolo, con una sonrisa que no podía borrar de su rostro. Él la abrazó con fuerza, sintiendo que en ese abrazo estaba todo lo que necesitaba.

—Te vi —le dijo Val, con la voz suave, todavía emocionada—. Fue hermoso, Paulo.

Él sonrió, acariciándole el pelo.

—Es que vos sos mi alquimia, Val. Lo nuestro es pura magia.

Val lo miró sorprendida, y luego se rió, recordando las veces que habían hablado de esa canción.

—The Alchemy, ¿eh? —le dijo, guiñándole un ojo—. Yo sabía que ibas a meter a Taylor en esto.

—Es que es la verdad —respondió él, mirándola con ternura—. Con vos, todo es más fácil, todo es más lindo. Como si todo lo complicado se transformara en simple. Como si lo normal se volviera mágico.

Ella se rió, besándolo suavemente en los labios.

—Te amo, Paulo. Gracias por hacerme sentir tan especial, siempre.

—Yo también te amo —le respondió él, abrazándola aún más fuerte—. Y siempre te voy a hacer sentir especial. Porque vos sos mi alquimia, mi magia. Lo que nos une es único.

Val sonrió, apoyando su cabeza en su pecho, mientras Paulo la rodeaba con sus brazos. En ese momento, con el bullicio del estadio desapareciendo de fondo, supo que no necesitaba más que a ella para sentirse completo. Como en la canción de Taylor, ellos eran la alquimia perfecta, capaces de convertir lo ordinario en algo extraordinario.

Y esa noche, Paulo sintió que no solo había ganado un partido, sino que había reafirmado lo que más le importaba en la vida: su amor por Val, la mujer que lo hacía sentirse invencible, en la cancha y fuera de ella.

Y esa noche, Paulo sintió que no solo había ganado un partido, sino que había reafirmado lo que más le importaba en la vida: su amor por Val, la mujer que lo hacía sentirse invencible, en la cancha y fuera de ella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Autorx; @/shelvstayy (me!)

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 13 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝗼𝗻𝗲 𝘀𝗵𝗼𝘁𝘀 - scalonetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora