FAIRYTALE, levi ackerman

❛ o. prologue ❜

1 de agosto, 845

Mi querida, Lenn.

Recuerdo como las uñas se me clavaron tan profundo en la piel que sentí la sangre brotar, pero ni el dolor físico me trajo de vuelta a la realidad en ese momento. El verdadero dolor que sentía era el de la pérdida, que estaba asfixiándome.

Los vi. Llenos de lodo, inmóviles, con la tierra cubierta de sangre y sin ese brillo de vida en sus ojos.

A pesar de haber casi atentado con la vida de quien parecía ser tu amigo, no te inmutaste. Permaneciste junto a los demás viéndome de una manera que nadie hizo.

Comprensión.

Cuando pensaba que nadie podría entender lo que estaba ocurriendo dentro de mi, apareciste.

« — Levántate, el suelo está lleno de barro y te ensuciarás. »

Dijiste con esa calma que te caracterizaba. En ese instante sentí que te burlabas de mí. Estuve a punto de replicarte pero continuaste.

« — Ellos sabían en quien confiaban y creían. Te eligieron, no te lamentes por lo que no pudiste hacer. »

Tus palabras hicieron que un nudo se formara en mi garganta, y por un segundo te odié por decirlas. Porque tenías razón. Isabel y Farlan habían confiado en mí, y yo los había dejado morir. Me costaba soportarlo y quise gritarte que no entendías nada, que no era suficiente.

Pero lo entendías, siempre lo hiciste.

« — Siempre dolerá, pero no dejes que te detenga. El verdadero honor a los caídos no está en el lamento, sino en la forma en que transformamos su memoria en fuerza. Deja que ese sacrificio te impulse a alcanzar lo que ellos no pudieron. »

Tus palabras resonaron como un eco en mi mente, y cuando por primera vez nuestros ojos se encontraron pude ver en tu mirada algo que me aseguraba que, a pesar de todo, no estaba completamente perdido.

Siempre supiste cuando acercarte, incluso cuando yo no sabía cómo pedirlo. Siempre me entendiste de una manera que nadie más podía. En ese momento, creí haberlo perdido todo pero llegaste a atarme nuevamente a este mundo, impidiéndome hundirme en la oscuridad.

Desde entonces, supe que frente a ti podía caerme a pedazos, desmoronarme, porque de alguna manera tú te encargarías de mantenerme unido.

Fue ese día... ese maldito día en que algo dentro de mí cedió. Fue desde ese momento que algo en mí te perteneció.

Te lo debo todo, no porque me hayas salvado de la oscuridad — porque en este mundo no hay salvación — sino porque decidiste caminar a través de ella junto a mí, acompañándome. No me sacaste del abismo, te quedaste conmigo en él.

Ese día mi vida dejó de ser solo mía. Me di cuenta que, sin importar lo que pasara, te protegería y te seguiría hasta el final. Algo en mí te eligió.

De alguna forma, luego de esa pérdida, supe que sería tuyo.

Me cuesta admitirlo pero me atrevo a decir que siempre lo seré. En más formas de las que cualquier otro entendería.

— Levi.

— J.