CAP 1

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Sergio Pérez

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Sergio Pérez.

Budapest, Australia.
28 de Febrero, 2026.

Estoy dormido...

Mis sueños comienzan a tomar forma lentamente. Como burbujas emergiendo a la superficie desde la oscuridad de un pozo sin fondo. Cómo si estuviera en medio de una pesadilla. «¿Un hombre cubierto por una máscara?».

Lo contemplo desde el otro lado de un río cuyas turbulentas aguas estan teñidas de sangre. En la orilla opuesta, el hombre permanece de pie, inmóvil, solemne y con el rostro oculto por una máscara negra. En la mano sostiene una cinta tainia que alza en honor al mar de cadáveres que hay a sus pies. El olor a muerte se extiende por todas partes.

—Buscame —susurra el hombre— Y me hallarás.

Escuchó las palabras como si las hubiera pronunciado en el interior de mi cabeza. Su voz, tiene un fuerte acento europeo; aunque no logro descubrir que país exactamente.

—¡¿Quién eres?! —exclamo, pero mi boca no emite sonido alguno.

—El tiempo se está agotando, pronto vas a olvidarme —susurra— Buscame y me hallarás.

Doy un paso hacia el río pero advierto que, además de estar teñidas de sangre, sus aguas son demasiado profundas. Cuando vuelvo a alzar la mirada, los cuerpos que hay a los pies del hombre se han multiplicado. Ahora son cientos, miles quizás. Algunos todavía están vivos y se retuercen agonizantes mientras sufren muertes terribles e impensables… Consumidos por el fuego, enterrados en heces, devorándose los unos a los otros. Desde la otra orilla del río, puedo oír sus angustiados gritos de sufrimiento.

El hombre da un paso hacia mi, y extiende sus manos como si me pidiera ayuda.

—¡¿Quién eres?! —vuelvo a gritar.

A modo de respuesta, el hombre va retirando poco a poco la máscara de su rostro. Es increíblemente atractivo a mis ojos y, sin embargo, también es mas joven de lo que había imaginado. Debe de estar en sus veintes, su aspecto es majestuoso y fuerte, como el de una estatua atemporal. Tiene una mandíbula poderosa, unos ojos azules profundos y conmovedores, y un cabello corto y rubio oscuro. De su cuello cuelga un amuleto de lapislázuli con una serpiente enroscada alrededor de un bastón. Tengo la sensación de que lo conozco… y de que confíe en el. «Pero ¿cómo?, ¿por qué? ¿Quien es este hombre de ojos claros?».

El me señala unas piernas que salen de la tierra y que pertenecen a algún pobre desgraciado que ha sido enterrado boca abajo hasta la cintura. En el pálido muslo del hombre se puede ver una letra escrita con barro: «M».

—¿Eme...? —digo, confundido— De… ¿Michel?

—...

—Ese soy… ¿yo? —le pregunto.

El rostro del hombre permanece impasible.

—Buscame y me hallarás —repite.

De repente, comienza a irradiar una luz blanca… cada vez más y más brillante. Todo su cuerpo comienza a vibrar intensamente hasta que, con el rugido de un trueno, estalla en mil astillas de luz. Pero su voz sigue resonando en mis adentros.

AMNESIA | CHESTAPPEN. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora