Capítulo 20

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Freen se encontraba en la hacienda del señor Jensen nuevamente, preparándose para el próximo concurso de doma de caballos salvajes, donde los competidores intentan domar a estos animales rebeldes y difíciles. Cada día de práctica la hacía mejorar, y su esfuerzo era incansable. Sabía que tenía mucho en juego; la recuperación de la fábrica de sus padres dependía de su éxito en este concurso.

Finalmente, el día del evento llegó. Becky, sus abuelos y los padres de Becky se acomodaron en las gradas, todos expectantes. El primer concursante realizó una excelente demostración, mientras que el segundo no tuvo tanta suerte, con algunos caballos que resultaron difíciles de manejar, y varios competidores quedaron fuera del concurso por las caídas y los intentos fallidos.

Cuando el presentador anunció el nombre de Freen, una sonrisa confiada iluminó su rostro. Se subió a su caballo con determinación y entró en la arena. Becky, desde las gradas, le sonrió con cariño, aunque podía ver la ligera preocupación en su rostro. El viento desordenó su cabello mientras Freen comenzaba la prueba. Al principio, fue difícil, el caballo resistía, pero con esfuerzo y habilidad, Freen logró saltar sobre su lomo y someterlo, dominándolo con una destreza asombrosa. Los aplausos no se hicieron esperar, todos estaban impresionados, especialmente al ver que era la primera mujer que lograba domar a uno de esos caballos salvajes en el concurso.

Al salir de la arena, Freen fue recibida por un cálido abrazo, y un beso en su rostro la hizo sonreír. Becky, llena de emoción, le decía lo feliz que estaba de ver que todo había salido bien. Freen, riendo, le aseguró que estaba perfectamente, que no tenía nada que temer. El señor Jensen la felicitó por su excelente desempeño, y sus abuelos y los padres de Becky también la aplaudieron, llenos de orgullo.

Cuando el presentador mencionó los nombres de los que continuarían a la siguiente ronda, el nombre de Freen resonó entre los elegidos. El señor Jensen, con una sonrisa satisfecha, le dijo: —Te espero al día siguiente para comenzar a practicar para la segunda prueba. —Freen asintió, y antes de irse, levantó a Becky en brazos, dándole un abrazo lleno de felicidad.

—Estoy tan feliz de saber que, con esto, podré recuperar la fábrica de mis padres —dijo Freen, mientras giraba con Becky en sus brazos, demostrando lo importante que era para ella este logro, no solo por su pasión, sino también por la oportunidad de cumplir con la promesa hecha a su familia.

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Freen caminaba por la hacienda, mirando las estrellas que comenzaban a asomar en el cielo nocturno. Dentro, Becky intentaba hacer dormir a Belove, quien, como siempre, no quería irse a la cama. Freen sonrió al pensar en lo tierna que era Becky con la perrita, pero sabía que necesitaba un poco de aire fresco para despejarse.

—Voy a salir a caminar un rato —le dijo Freen a Becky, mientras la miraba desde la puerta de la habitación.

Becky levantó la mirada y le sonrió, aunque un poco preocupada.

—Cuídate, ¿sí? —le respondió, acercándose a ella.

Freen, sin poder evitarlo, le dio un suave beso en los labios.

—Te amo —susurró antes de salir, cerrando la puerta detrás de ella.

El aire frío la acarició mientras caminaba por los senderos de la hacienda. El silencio solo era interrumpido por el sonido de sus pasos sobre la tierra. Entonces, un pequeño ladrido llamó su atención. Freen se detuvo y miró alrededor.

—¿Quién anda por ahí? —murmuró para sí misma.

Siguió el sonido, hasta que vio a un pequeño perrito corriendo hacia el borde del terreno. Sin pensarlo dos veces, Freen lo siguió, corriendo a paso ligero. El perrito, asustado, dio un giro rápido y comenzó a alejarse aún más, llevándola hasta una cabaña abandonada de la hacienda vecina. Freen se acercó con cautela, observando la estructura deteriorada de la cabaña.

—¿Qué estás haciendo aquí, pequeño? —dijo Freen, mientras el perrito desaparecía por la puerta.

Entró con cuidado, iluminando el interior con la luz de su teléfono. El lugar olía a humedad y abandono. Al fondo, vio algo que la detuvo en seco: varios cachorros estaban esparcidos por el suelo, inmóviles. La madre, también sin vida, yacía cerca de ellos. Freen se acercó lentamente, sintiendo un nudo en el estómago. Su mirada se posó en los cuerpos de los animales, y algo en su interior se revolvió al notar el color extraño en sus bocas. Fue entonces cuando se dio cuenta: los cachorros y su madre habían sido envenenados.

—No... —susurró, su voz temblando de incredulidad.

El perrito que la había guiado hasta allí se acercó a los cachorros, y Freen, instintivamente, lo tomó rápidamente entre sus manos, impidiéndole llegar a su madre y hermanos muertos.

—No, no puedes hacer eso —le dijo con ternura, mientras sostenía al perrito con suavidad, pero también con firmeza.

Lo abrazó contra su pecho, sintiendo cómo temblaba. Salió de la cabaña, mirando atrás una vez más antes de cerrar la puerta. Se sintió vacía, incapaz de entender cómo alguien podría hacerle algo tan cruel a unos animales tan indefensos.

Al regresar a la hacienda, Freen se dirigió directamente a su habitación, y sin pensarlo demasiado, dejó al perrito en una caja, lo suficiente como para que estuviera cómodo pero seguro. Subió las escaleras con pesadez en los hombros, todavía conmocionada por lo que había visto. Al llegar a su habitación, vio a Becky de espaldas, cepillándose el cabello.

—¿Freen? —preguntó Becky, notando la presencia de su esposa, pero también el tono apagado en su voz.

Freen no pudo ocultar la tristeza en su rostro.

—No estoy bien —dijo Freen con la voz quebrada, mientras se dejaba caer sobre la cama, cubriéndose el rostro con las manos. Los sollozos comenzaron a escapar de su garganta, como si toda la angustia que había reprimido en ese rato quisiera salir de golpe.

Becky, alarmada, dejó el cepillo y se acercó rápidamente, sentándose al lado de ella en la cama. Le acarició la espalda con suavidad, intentando calmarla.

—¿Qué pasó? —preguntó Becky en un susurro, mientras intentaba consolarla.

Freen, entre sollozos, levantó la cabeza, pero no pudo mirar a Becky a los ojos. Solo pudo decir lo que le pesaba en el corazón.

—No entiendo... ¿Cómo puede haber gente tan mala en el mundo? —dijo con dolor. —¿Cómo pueden hacerle daño a unos pobres animales, Becky? Encontré a unos cachorros y a su madre... muertos. Los envenenaron.

Becky la abrazó con ternura, sintiendo la tristeza profunda de Freen.

—Siempre habrá personas así, amor —le dijo con suavidad, buscando palabras de consuelo—. Pero todo va a estar bien.

Freen suspiró, pero no pudo dejar de sollozar. Sabía que Becky tenía razón, pero el dolor por la crueldad que había presenciado seguía ardiendo en su pecho.

—No sé si pueda entenderlo alguna vez... —dijo Freen, mientras sus lágrimas continuaban cayendo.

Becky la abrazó más fuerte, sin saber qué más decir, solo estando allí para ella, para ofrecerle consuelo en medio de la tristeza que no parecía irse.

Vino El Amor 🍇🍷 [Adaptación] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora