La paz en Asgard se rompió cuando los vientos fríos del Jotunheim, tierra de los gigantes de hielo, empezaron a soplar con fuerza desmedida. Un ejército de estos colosales seres, liderado por uno de los más poderosos, Ymir, había capturado a las diosas nórdicas Freyja, Sif, Skadi y, sorprendentemente, a Loki en su forma femenina. Las noticias llegaron rápido a Thor y a los dioses, quienes sabían que no podían dejar esta afrenta sin respuesta.
Thor no tardó en acudir a Hefesto, que aún se recuperaba de las tensiones anteriores, pero que no dudó en tomar su martillo forjador y ofrecer su ayuda. Junto a Thor, se unieron a la expedición Týr, el dios de la guerra; Baldur, el resplandeciente dios de la luz; y Vidar, el dios silencioso pero de fuerza inigualable. Estaban dispuestos a rescatar a las diosas y a enfrentarse a las bestias y gigantes que les aguardaban.
El viaje hacia Jotunheim fue una lucha en sí misma. A mitad de camino, un grupo de temibles lobos de Fenris, criaturas monstruosas con colmillos que podían destrozar acero, se lanzaron sobre ellos. Thor tomó la delantera, balanceando a Mjölnir, que destrozaba el aire y partía la tierra al golpear. Las bestias cayeron ante su martillo, pero más surgieron de las sombras.
Baldur, con su arco hecho de rayos de sol, disparaba flechas de luz pura contra los lobos, cegándolos y debilitándolos. Vidar, con sus puños forjados en hierro divino, aplastaba a las criaturas a su alrededor. A pesar de su lucha feroz, una de las bestias logró morder el brazo de Týr, hiriéndolo gravemente. Sin embargo, el dios de la guerra se mantuvo firme, luchando con su única mano.
Hefesto, por su parte, combatía con una criatura diferente: un dragón de hielo que emergió del suelo congelado. Con su martillo en llamas, golpeaba una y otra vez, derritiendo las escamas heladas de la bestia mientras sus ojos ardían con determinación. Finalmente, con un golpe certero, logró romper el cráneo del dragón, derribándolo al suelo.
Después de esta feroz batalla, los dioses llegaron a la fortaleza de Ymir. Allí, las diosas estaban encadenadas con cadenas de hielo, y Loki, en su forma femenina, estaba visiblemente furiosa pero sin poder actuar. Freyja, aunque llena de orgullo, mantenía la compostura. Skadi, la diosa de la caza, observaba con ojos gélidos, buscando una oportunidad para escapar.
Ymir, el gigante de hielo más temido, se alzó ante ellos. Thor intentó enfrentarlo, pero Ymir, con un golpe devastador, lo lanzó al suelo. "¡No puedes vencerme, dios del trueno!" rugió el gigante, su voz resonando como el crujir de un glaciar.
Fue entonces cuando Hefesto intervino, alzando su martillo una vez más. "Quizá no pueda con un trueno... pero yo soy el fuego que forja los dioses", dijo, mientras su arma ardía con un calor tan intenso que derretía la nieve a su alrededor.
La batalla entre Hefesto y Ymir fue brutal. Ymir lanzó ráfagas de hielo que Hefesto apenas podía esquivar. Con cada golpe del gigante, el suelo temblaba, pero Hefesto, con su martillo encendido, lograba devolver el golpe con una fuerza que solo un dios herrero podía tener. Finalmente, en un último ataque desesperado, Hefesto logró golpear el pecho de Ymir, rompiendo su armadura de hielo.
Sin embargo, Ymir, en su caída, lanzó un golpe devastador sobre Hefesto, dejándolo gravemente herido. Los otros dioses, que habían estado enfrentando a las bestias, lograron llegar a tiempo para someter al gigante caído, pero el daño ya estaba hecho. Hefesto, sangrando y apenas consciente, cayó al suelo.
Cuando Hefesto despertó, lo primero que sintió fue el calor de una habitación diferente a las frías tierras de Jotunheim. Estaba acostado en una cama de telas suaves, y su cuerpo estaba vendado cuidadosamente. El dolor era persistente, pero lo que más le sorprendió fue la presencia de dos figuras a su lado: Freyja y Loki, aún en su forma femenina.
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La gran odisea de Hefesto
AdventureHefesto ya cansado después de años de infidelidad de Afrodita, este cansado y triste decide dejar todo atrás durante un corto periodo de tiempo.