Eustoma

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Las palabras resuenan como vagos murmullos,
un ligero sonido que hace eco en el amplio salón.
Las personas que me aman se encuentran en capullos,
ensimismados y colgados fuera de mi visión.

Extiendo mi mano esperando alcanzarles,
solo siento el atroz rugido del aire.
Alaridos de dolor nacen de mi garganta al hablarles,
sobre mi piel el flujo caliente de mi sangre.

Afilados cristales surcan mis magulladas mejillas,
maldigo tu nombre junto al de las polillas.
El brillo de mi alma es tan tenue como un eclipse,
mientras mi piel es devorada por los ansiosos buitres.

Enveneno mi alma con el humo,
ahogo mis vicionarios sueños mientras fumo.
Parece que mi nueva adicción es un regalo,
con ello espero llenar mi corazón acomplejado.

El mundo es bastante pequeño,
los suaves susurros del viento hablan lo cierto.
Ahora tienes un monstruo colgando del cuello,
un vociferador de mentiras que ya intentó matar al muerto.

La sangre me quema al escuchar el nombre,
un nombre de un hombre de dos caras.
El último culpable de mi lenta agonía,
una que solo aumenta rápidamente mientras hablas.

Condenada estoy a permanecer al lado de todos,
atenderlos por su bien y cuidar de las crisálidas,
hasta que ellos puedan volar e irse por la salida.

Mientras que yo me quedo en el mismo lugar,
con los ojos fuera de las cuencas,
la espalda llena de esas asquerosas marcas
con partes del cuerpo desmembradas.

Me deformo al consumirme hasta los huesos,
ruego por huir a la calidez de nuestro lugar,
pero siempre parezco estar enredada en el mismo rosal.
Un cadáver, listo para jugar.

Una Flor Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora