capitulo 2

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Izuku Evan (Rui Ayaki), Kota (Enmu), Eri (Nezuko) y Katsuma (Kyogai) vivieron en carne propia el peso de sus pasados oscuros, aquellos que los habían marcado para siempre. Aunque ahora vivían en un mundo diferente y con nuevas identidades, sus recuerdos de cuando fueron demonios en el pasado seguían persiguiéndolos.

Izuku Evan (Rui Ayaki) estaba sumergido en sus pensamientos, recordando cómo, en su vida pasada como Rui Ayaki, había sido derrotado por el Pilar del Agua, Giyu Tomioka. Recordaba vívidamente la intensidad de esa batalla en el Monte Natagumo, cuando sus hilos, que una vez fueron impenetrables, no pudieron contra la fuerza de la respiración del agua de Tomioka. El dolor que sintió cuando su cuerpo fue destrozado por el corte final de Tomioka aún lo hacía estremecer. Más que el dolor físico, lo que más le dolía era la pérdida de la "familia" que había creado. En aquel entonces, todo lo que había deseado era una familia verdadera, pero su obsesión lo había consumido.

—Tomioka... —murmuró Izuku en voz baja, mientras miraba el techo del laboratorio. La sensación de impotencia y la soledad de aquellos días seguían presentes en su mente. Aunque ahora era parte de un grupo diferente, aquellos recuerdos le recordaban la fragilidad de las relaciones y cómo, en su vida pasada, había perdido todo por la ambición y el miedo al rechazo.

Kota (Enmu), por su parte, recordó cómo fue derrotado por Tanjiro Kamado en el tren infinito. Como Enmu, había servido con devoción a Muzan Kibutsuji, deleitándose en el sufrimiento de los humanos y buscando la inmortalidad. Creía que sus habilidades de manipulación de los sueños lo hacían invencible, pero Tanjiro, con su determinación feroz, había logrado cortarle la cabeza, terminando así con su vida demoníaca. Kota, recordando aquellos momentos, sintió una mezcla de nostalgia y arrepentimiento.

—Tanjiro... —pensó Kota, con una sonrisa amarga en sus labios—. Si tan solo hubiera sido más fuerte, si hubiera podido cumplir los deseos de Muzan... Pero incluso entonces, no podía evitar admirar la voluntad de ese chico humano.

Eri (Nezuko), o más bien, la versión de Nezuko que ella había sido, tenía recuerdos oscuros del día en que fue finalmente derrotada. Después de que su hermano Tanjiro venció a Enmu, fue capturada y, más tarde, el Pilar del Viento, Sanemi Shinazugawa, la asesinó en un acto de rabia y odio hacia los demonios. La Nezuko que amaba a su hermano y había luchado por mantener su humanidad no pudo resistir la furia de Sanemi. Aún podía sentir el filo de su espada, el dolor de ser tratada como un monstruo a pesar de haber intentado proteger a los humanos. Eri, ahora con nuevos lazos en su vida, recordó ese momento y se sintió confundida. Aunque no tenía la misma conexión con Tanjiro en esta vida, el eco de su sacrificio resonaba en su interior.

Katsuma (Kyogai) también estaba perdido en sus recuerdos. Como Kyogai, había sido un demonio que manipulaba un tambor para cambiar el espacio y atacar a sus enemigos. A pesar de haber sido despreciado por Muzan, había deseado con todas sus fuerzas ser reconocido. Sin embargo, su vida fue truncada por Tanjiro, quien había visto la dignidad en él incluso en sus últimos momentos. Katsuma no podía olvidar la forma en que Tanjiro lo había respetado, incluso como enemigo, algo que lo había marcado profundamente.

—Tanjiro Kamado... —pensó Katsuma, recordando aquel combate y la paz que sintió al final, cuando por fin fue reconocido no solo como un demonio, sino como alguien que merecía respeto.

Los cuatro compartían una historia de dolor y redención, pero ahora estaban en un mundo nuevo, lejos de los cazadores de demonios y de su antiguo destino. Aunque sus recuerdos los atormentaban de vez en cuando, también les recordaban por qué habían cambiado, por qué habían dejado atrás esa parte de ellos para buscar una nueva vida.

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