•Introducción•

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Cerré con fuerza el maletero de la destartalada furgoneta en cuanto bajé la última caja. Dejé el último par de cajas frente a la puerta de mi nueva casa para poder hacer el último pago al conductor de la empresa de mudanzas.

-“Joder, por fin he terminado.”- Dije girándome a ver el edificio al que a partir de ahora debía llamar hogar.

El furgón se fue tras haber completado lo que ofrecía, y salió de mi vista tras girar la calle.

Finalmente podía olvidarme de empaquetar mis cosas. Solo debía vaciar estas cajas y colocar los objetos que contenían en su nuevo lugar.

Era un barrio relativamente vacío, a las afueras de la ciudad en la que había crecido. Tras la bancarrota de la empresa en la que trabajé durante tanto tiempo, no me quedó más remedio que decirle adiós a mi antigua vivienda para mudarme a una bastante más económica.

-”Quizás debería haber ampliado el presupuesto” - Pensé para mí misma.

Era innegable que la casa no estaba en el mejor estado, y los muebles que aún seguían allí la primera vez que entré estaban en las últimas, por lo que me deshice de la mayoría de ellos.
El único mueble al que le vi algún potencial fue una antigua estantería de robusta madera oscura, que aún conservaba los libros del anterior dueño. Pensé que quedaría bien con la temática oscura de la casa, y no tenía ni la menor idea de cómo la iba a bajar del ático, por lo que se iba a quedar allí. Además, así podría fingir que soy una frecuente lectora, aunque el único libro que me había leído tras graduarme fue una corta historia de Wattpad escrita por una niña de 12.

Empujé la puerta con el pie para poder entrar cargando ambas cajas, ya que me negaba a dar dos vueltas para llevar algo que podía llevar a la vez, y las solté en la encimera de la cocina.
Ya eran cerca de las ocho de la tarde, y no tenía ni una pizca de ganas de tocar las cajas hasta que me empezase a molestar que ocupasen espacio en mi cocina.
Me senté en el sofá del salón, frente al televisor, esperando de algún modo fusionarme con los cojines. Estiré el brazo para agarrar el mando y encender la televisión. Nada más encenderse, lo primero que apareció fue el canal de noticias, el cual habría cambiado de no ser porque parecían estar hablando de algo distinto a problemas de política.

-“... estos son los motivos que defienden estos jóvenes, que se manifiestan en la capital con el objetivo de que se integren los Estados de los no-vivos en nuestro territorio…”-

Cambié de canal sin dejar que terminase de explicar su reportaje. Entré a Netflix, esperando encontrar algo mejor que en los canales públicos.

-”Vaya, siempre lo mismo… Como si ellos quisieran volver a unirse con los humanos después de las masacres que hubieron.”- Me repliqué a mi misma.

No era un secreto que hace varias décadas antes de que mis abuelos siquiera hubieran nacido, los humanos empezaron a actuar cruelmente ante sus vecinos, principalmente con el objetivo de quedarse con el impenetrable territorio central. Un territorio con la forma de un círculo casi perfecto rodeado de un aura que ninguna tecnología había conseguido traspasar. Viejas historias hablaban sobre los tesoros que se hallaban tras la barrera, pero para mí esos solo eran mitos.
Rápidamente, lo que empezó con una rivalidad, siguió con intentos de invasión a los territorios vecinos y una larga historia que estudié en clase hace tiempo pero ya no recordaba ni la mitad.
Pero daba igual, probablemente pasarían siglos hasta volver a la paz que reinaba hace tantos años y poco podíamos hacer.

Finalmente, elegí la misma serie que ya había visto al menos 4 veces. Me cubrí con una sábana algo arrugada que tenía más a mano. Pasó un largo rato, y tras un par de capítulos, me dormí por accidente en el sofá.

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⏰ Última actualización: Oct 15 ⏰

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𝕹𝖔 𝖉𝖊𝖏𝖊𝖘 𝖖𝖚𝖊 𝖑𝖆 𝖒𝖚𝖊𝖗𝖙𝖊 𝖓𝖔𝖘 𝖘𝖊𝖕𝖆𝖗𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora