Despertar

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Dalia caminaba con dirección a su hogar, había salido de la escuela unos minutos antes.

Su cabello le tapaba la cara de perfil, sus piernas daban pasos grandes aunque lentos, sus manos sujetaban los bordes de su saco y la falda escolar hacia que su figura se acentuara.

Se adentró en un callejón para acortar camino. Se encontraba perdida observando el suelo. La presencia de alguien mirándola llamó su atención, sólo por ello levantó la vista.

Una persona vestida completamente de negro y recargada sobre la pared la seguía con la mirada mientras esta caminaba, ella levantó la cabeza, dejando ver sus luminosos ojos cafés. Con paso sigiloso continuó sin saber quien era aquella persona observandola.

Regresó la mirada al frente, aún con la momentánea duda por saber quien era la persona detrás de ella, continuó.
Un pequeño dolor en su cabeza hizo que alentara el paso, luego sus manos se levantaron en busca de algo para sostenerse ya que su cuerpo estaba a punto de caer; comenzó a ver todo en doble, y poco después sólo veía pequeñas fracciones de los objetos a su alrededor. Cayó, mientras alguien la sostenía.

Abrió los ojos, sintió el suelo debajo de ella, era frío, pero estaba cómoda en ese lugar, así que decidió mirar alrededor desde su posición actual.
El techo sobre ella tenía aspecto abandonado y viejo, estaba en una habitación en lo que parecía un segundo piso, de acuerdo a lo que observaba por las ventanas rotas en las viejas y sucias paredes a sus costados.

Con la mirada recorrió la habitación, estaba limpia aunque vieja y con manchas por todos lados. Los cristales estaban rotos y algunos sólo abiertos con excrementos de aves. Y a su derecha se encontraba la puerta a la habitación.

No parecía una escena de secuestro ya que estaba libre y nadie estaba cerca como para amenazarla, y eso fue justamente lo que la alteró más.

Trato de levantarse pero sus brazos no resistieron el peso de su propio cuerpo y cayó de nuevo al suelo.

-Valla valla, no creí que fueras tan débil.

La voz de una chica presumía desde la puerta de aquella habitación. Dalia giró su cabeza para observarla, pero no la halló, en cambio, esta ya se encontraba al costado izquierdo de la joven.

Aunque inclinada para ver a la chica que estaba acostada, Dalia la inspeccionó. Parecía de unos 17 años, vestía completamente de negro, su cabello era largo lacio y oscuro como la noche, tenía piel blanca y rasgos asiáticos. Le pareció como una muñeca de porcelana.

-Veo que aún no recuerdas.

Dijo la chica, eso sorprendió un poco a la débil joven, pero la sorprendió más que después de hablar esta hizo un gesto de sonrisa amistosa algo escalofriante en la cual dejó ver su dentadura afilada con colmillos aterradoramente grandes y largos.

- Deja de molestarla Kia.

Esta vez la voz era varonil, Dalia regresó la mirada a la puerta, donde vio entrar a un joven de unos 19 años, caminaba despacio y con vista al suelo. Era alto y parecía despreocupado. Cuando este levantó la mirada Dalia lo reconoció como aquella persona que vio antes de desmayarse. Sus ojos se abrieron intensamente con sorpresa y miedo.

- Tranquilo Leo, sólo quiero hablarle.

- Te aseguró que tendrás mucho tiempo para hacerlo.

Él se detuvo frente a la chica y miro a Dalia.

- Espero poder hacerlo por mucho tiempo.

Leo sonrió al mirar los ojos de la acostada.

- Kia déjame hacerlo primero yo.

- Si, de cualquier modo ibas a hacerlo primero tú.

El alto chico tomó la mano de Dalia con su izquierda, con la mano derecha la levantó por la cintura, la sostuvo en su brazo mientras extendió en dirección a Kia su mano libre.

-Leo, espero que funcione, como la última vez.

Dalia no sabía lo que sucedía, y no tenía la fuerza suficiente como para detenerlo. Observó la mano extendida de Leo y luego miró como Kia desenfundaba una katana con hermosos detalles grabados.

- Si lo hacemos bien funcionará.

El filo de aquella arma hizo un corte sobre la palma de la mano de Leo, dejando salir sangre inmediatamente. Él llevó su mano hasta su boca y sorvió el carmesí líquido.

- Si, espero ya que no la veo así desde hace varios años.

Dalia estaba alterada y lo que acababa de escuchar le hizo creer que era más que un sueño, una pesadilla.

-Ruego el perdón de Benjamin.

Eso fue lo último que logró oír de Leo antes de que chocaran labios. La chica abrió los ojos por sorpresa, pero mediante la sangre entraba a su boca los relajó hasta cerrarlos.

Aquel sabor no era como el de la sangre que, por accidente o curiosidad, había probado antes.
Esta tenía un sabor que cautivó su paladar y refresco sus sentidos. Una gota roja cayó por su barbilla.

Sus ojos se tornaron algo rosa, y al abrirlos la habitación se llenó de silencio. Miro a Leo, quien ahora estaba a unos metros lejos de ella, hizo un ademán con la mano a Kia para saludarla y luego otro para que le diera la Katana.

- Claro mi ama.

Tomó el arma y la blandió frente a ella, mirando fijamente a Leo. Se lanzó sobre este decidida a cortar su brazo, pero esquivó, se alejó un poco apuntando a cuatro pecho y denuevo logró escapar.

Se mantuvieron golpeando, cortando y esquivando hasta que ella se impulsó de una pared para lanzarse y derribar a su oponente.
Cara a cara en el suelo estaban, ella sobre él.

- Me alegra que regresara señorita Dalia.

Ella enterró agresivamente la punta del arma blanca a unos pocos centímetros de la cabeza del chico cortando sólo un pedazo de mechón.

- Espero que así sea.

Al decir eso Dalia, la habitación regreso de su tenso estado. Ambos se levantaron y serios aún se miraron. Luego él le sonrió en signo de bienvenida y ella correspondió e instantáneamente volvió a caer regresando a su inofensivo estado.

Al despertar, se encontraba en casa y su madre estaba alado durmiendo.

Contempló la luna llena, era hermosa, parecía que la hipnotizaba para ser admirada.

Así se quedó un momento hasta que sonrió sin razón algúna. Después de esa risa recordó lo que había sentido y pensado durante una pequeña pelea contra un chico del cual podía sentir los mismos rasgos vitales que ella, en ese entonces sentía la necesidad de cortarle, pero sólo un poco para demostrarle a él quien mandaba.

Todo estaba confuso y su cabeza comenzó a doler.

Se levantó en busca de su mochila escolar, en donde estaba una nota.

El papel tenía un sello inusual, parecía de una institución. La letra con la que estaba escrita era muy formal y con un detalle manuscrito elegante.

Esperamos no haber infortunado con tu adaptación a la sociedad, pero estamos más que seguros, que es momento para retornar a tus tareas de entrenamiento en cuanto lo acordado. Si estas deacuerdo ve a él lugar donde nos reunimos esta tarde, si no lo estás o no vas, nosotros te llevaremos de cualquier modo.

Estamos conscientes de que aún no comprendes, pero lo harás pronto.

Se despiden, Kia y Leo.

La nota estaba firmada con sangre y alado de esta se encontraba una hermosa rosa con espinas, las cuales hicieron un corte en el pulgar de Dalia y mancharon la nota dándole un aspecto peculiar.

Increíble (primum)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora