CINCO INVIERNOS

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AVISO: ESTO SOLO ES UN ESCENARIO FICTICIO QUE HE DESARROLLADO COMO UNA HISTORIA CORTA.

El sonido intermitente de las máquinas fue lo primero que escuchó.

Un pitido constante que marcaba el ritmo de su respiración, mecánico y distante. Abrió los ojos despacio, como si sus párpados pesaran una tonelada, y se encontró rodeado de un blanco deslumbrante. Todo parecía irreal. Un aire frío se colaba bajo las sábanas blanquecinas y le erizaba la piel, pero no sentía frío. Tampoco calor.

Parpadeó, tratando de enfocar la mirada. Luego intentó moverse. Sus músculos no respondían. Era como estar vivo, pero habitando un cuerpo que había dejado de estarlo hacía tiempo.

Había estado inconsciente, si, pero...¿Cuánto tiempo? ¿horas? ¿Días?

No podían ser más de unas horas. La nieve todavía golpeaba el cristal de la ventana, rogando entrar para caer decepcionada al suelo, tal como lo recordaba antes de perder la noción. Eso solo confirmaba lo que el chico tenía la certeza de saber: habían transcurrido, como mucho, unas horas desde el accidente.

—¡Ha despertado!—exclamó una enfermera menuda, de cabello entrecano. Hasta entonces, él no había reparado en que pululaba por la habitación.

Él despegó los labios, pero por ellos no se deslizó más que un gruñido, proveniente de su garganta seca. Tragó con dificultad y, cuando por fin pudo articular palabra, preguntó:

—¿Dónde está? —Sintió que era la voz de un extraño.

La enfermera supo enseguida a qué se refería. Apartó la mirada y apretó los labios.

—La avisaré de que ha despertado. También llamaré al doctor. No haga esfuerzos hasta entonces —Y salió de la habitación acto seguido.

A la enfermera le resultó difícil contener la emoción en su raquítico cuerpo mientras corría pasillo a través. No era tanto el hecho de que el joven, después de tanto tiempo, hubiera despertado, sino el privilegio de ser la primera en saberlo. Y, en consecuencia, la primera en pregonarlo entre sus compañeros.

Diez minutos más tarde, todo el hospital, ya fuera por rumores o directamente por la mujer, sabía la noticia.

Ella fue la última en enterarse. Pero eso él nunca lo sabría.

Después de algunas pruebas médicas, revisiones, preguntas y más preguntas, al fin lo volvieron a dejar solo en la habitación.

Dejó la vista clavada en el techo y suspiró.

La única persona que quería ver, aquella que había protagonizado cada uno de sus sueños, tanto despierto como dormido, en este mundo o dondequiera que hubiera estado, aún no había aparecido.

Inquieto, retiró las sábanas de sus piernas inmóviles. Empezó por los dedos de los pies, hasta que consiguió mover una pierna, luego la otra. Se levantó. El frío de las baldosas penetró en sus pies descalzos. Dio un par de pasos, hasta que escuchó un ruido a sus espaldas y se dio la vuelta tan rápido que casi tropezó.

—Cariño... —dijo el chico con una mano temblorosa estirada en su dirección.

—Has... —Ella avanzó hacia él. Le cogió la mano—. Has despertado...

Él no comprendió su asombro ¡¿Es que acaso pensaba que no lo haría?!

<<—Cariño, solo me he ido un rato —pensó en decirle—. Tienes que ser más optimista>>

En lugar de eso, preguntó:

—¿Volvemos a casa?

Una punzada de dolor atravesó el pecho de la chica. Se llevó las manos a la cara y empezó a llorar.

Puesto que sus pasos aún eran inestables, el chico se acercó como pudo. Abrazó el cuerpo encogido de su novia e inspiró el olor a frambuesas de su pelo oscuro. De pronto, tuvo la sensación de no haberla tenido entre sus brazos por mucho tiempo.

—Shhh...Estoy bien, no ha sido nada —la tranquilizó (o lo intentó)—. No ha sido nada, venga. Vayámonos a casa.

Ella levantó la cabeza y lo miró fijamente, como si buscara en los ojos verdes que le sonreían un rastro de comprensión sobre cuánto había cambiado todo. Comprendió que no lo encontraría.

Dos lágrimas negras se deslizaron por las mejillas de la chica. Entonces él advirtió algo:

—Tú nunca te maquillas.

Ella se sorbió la nariz, él frunció el ceño.

—Desde hace cuatro años, sí. Empecé un año después de tu accidente de moto.

El chico negó con la cabeza.

—Vayámonos a casa —repitió.

—Oye...

—Volvamos a casa, por favor.

—No hay casa a la que volver.

El corazón se le disparó mientras recorría la habitación con la mirada. En la estantería, junto a su cama, vio un número exacto de tarjetas de cumpleaños. También había flores, algunas frescas y coloridas, otras ya marchitas.

La nieve se volvió más densa, golpeando la ventana con más fuerza.

Cinco inviernos —dijo en un hilo de voz—. Me he ido durante cinco inviernos.

Ella asintió con la cabeza.

—Todo habrá cambiado ahí fuera —Se acercó a la chica y le acarició la cara, borrando bajo su pulgar las marcas húmedas del maquillaje—. Pero tú sigues aquí, conmigo.

Hubo un momento de silencio. Ella abría y cerraba la boca, pero no salía nada.

—Voy a casarme —consiguió decir al fin.

—No... —Negó él con la cabeza. Se apartó de inmediato.

—Entiéndeme. Los médicos me dijeron que no había nada que hacer ..., y aun así no acepté desconectarte.

—¿Para qué?¿Para traicionarme?

—¡Han pasado cinco años!

—¡Para mí solo unas horas!

—Tienes que entenderme... —suplicó ella. Dio un paso en su dirección, pero esta vez fue él quien se alejó.

—¡No! ¡Entiéndeme tú! Que para mi el accidente apenas fue hace unas horas, que ayer todavía eras mía, tenia una casa, una familia... que era a mí a quien llamabas "amor".

—Yo... —sollozó—. lo siento ¿vale? Pensé que no volverías.

Él cerró los ojos un instante antes de abrirlos otra vez.

—¿Cuándo? —preguntó.

—Mañana. 

Escenario Ficticio: CINCO INVIERNOSWhere stories live. Discover now