Capítulo 15

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SEOKJIN

Subo los escalones del edificio a saltos con el corazón desbocado y la piel mojada por la lluvia, el sudor y los nervios.

—Seokjin.

Mierda, casi había conseguido llegar a la habitación. Pero Pat se encuentra sentado en la oscuridad, sigiloso en una de las mecedoras del porche delantero. Probablemente esté de guardia vigilando si hay adolescentes que se escabullen. En cambio, me ha pillado entrando a hurtadillas y, al oír su voz, siento, al menos, el mismo terror que un niño que se ha escapado.

Tropiezo y me detengo antes de llegar a la puerta.

—Hola. —Trato de sonar sobrio. Al menos está oscuro. No me fío de mi cara ahora mismo.

—¿Tienes un minuto?

¿Lo tengo? Necesito quedarme solo durante varias horas para darme cabezazos contra la pared. Para tratar de entender qué coño acaba de pasar. Sin embargo, Pat es como un segundo padre para mí, y no quiero ser grosero con él.

No respondo, aunque me siento en la mecedora que está al lado de la suya. Me tiemblan las manos, así que las doblo alrededor de los brazos de la silla. Un par de respiraciones muy lentas me ayudan a calmarme.

Al otro lado de la carretera, el lago es un vacío oscuro. Las luces de los restaurantes de Lake Placid centellean en el brumoso aire nocturno. Todo parece tan tranquilo y ordinario. El mundo tendría más sentido para mí si los edificios se derrumbaran hacia el lago o si las tiendas de dulces ardiesen, en cambio, el único que tiembla soy yo.

—¿Estás bien, hijo?

—Sí —digo, con la voz temblorosa—. Me ha pillado la lluvia.

—Ya lo veo. —Se queda callado un momento—. Solo quería preguntarte cómo está Jungkook. ¿Crees que la primera semana le ha ido bien?

Solo oír su nombre hace que se me revuelva el estómago.

«Bueno, Pat, acabo de ofrecerme en bandeja. Nos hemos dado el uno contra el otro como estrellas de porno contra la pared de un bar. Luego me ha rechazado y no tengo ni la puta idea de lo que significa nada de eso».

—Está, eh, bien —tartamudeo. Ni siquiera recuerdo qué me ha preguntado.

—Si tiene problemas ahí fuera, espero que me lo digas. No lo despediré, solo le conseguiré refuerzos.

Me recompongo y trato de concentrarme en la conversación.

—Entrenar requiere práctica. Pat sonríe.

—Eso es muy diplomático por tu parte. Entrenar requiere práctica, sí, pero no todo el mundo tiene un talento natural para ello como tú.

—Gracias. —El cumplido me toma por sorpresa.

—Y creo que los niños sacarán partido de su tiempo con Kook; no lo habría contratado si no estuviera seguro de ello. —La silla de Pat chirría mientras se balancea con suavidad—. Me sorprendió, sin embargo, que me llamara. Fue unas horas después de la victoria en la Frozen Four. Había visto el partido, me alegro cada vez que puedo verlos por la tele. Pero es curioso porque, cuando vi quién llamaba, se me ocurrió que diría: «Te lo debo todo a ti». —Se ríe—. Ese no es el estilo de Kook, de modo que no sé por qué esperaba escuchar algo así. No obstante, cuando me dijo que me llamaba para aceptar el trabajo que le ofrezco cada año, me sorprendió mucho.

A mí también. De hecho, me asombran muchas de las cosas que me cuenta.

—¿Lo has estado reclutando todos estos años?

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