Prólogo

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Jimin POV

Año superior ─ Dieciocho años

Una de las pocas veces que me siento libre y tranquilo es con las cuchillas sobre el hielo bajo mis pies. Es difícil de describir, teniendo en cuenta lo rápido que puede ser el hockey, pero una sensación de paz se apodera de cada centímetro de mi ser, y es como si me convirtiera en uno con mi equipo y el disco.

Es una sensación de pertenencia. De propósito, que se remonta a la primera vez que me calcé unos patines, y que no hace más que crecer con el tiempo.

Es un sentimiento, en lo más profundo de mis huesos, que confirma que esto es lo que estoy llamado a hacer. No por el legado que lleva mi nombre, sino por la alegría desenfrenada que vibra en mi cuerpo cada segundo que estoy sobre el hielo.

Esa sensación... Es todo lo que podría pedir.

Y no quiero nada más que perseguirla hasta el fin del mundo.

Este hecho se consolida en mis huesos cada vez que vuelo arriba y abajo por el hielo tras un disco suelto, o marco una anotación, viendo la lámpara encenderse ante mis ojos. Cuando cada logro e hito que alcanzo me distingue aún más de mis predecesores, permitiéndome por fin ser visto fuera de la sombra que ellos proyectan.

Y es en el subidón de adrenalina, el subidón embriagador, el orgullo que todo lo consume que viene de traer a casa una victoria muy luchada y bien ganada.

Por eso es comprensible que todavía esté en las nubes cuando me dirijo a subir al autobús después no solo de haber jugado el mejor partido de mi carrera en el instituto, sino también de haber ganado el partido por el campeonato de la ciudad de Seúl contra nuestro mayor rival, Centre Prep. Aunque el título no es ni de lejos tan prestigioso como el de campeones estatales -que Centre consiguió arrebatarnos el mes pasado-, sigue siendo increíble no solo subir la apuesta con la revancha, sino volver a casa con la victoria.

Hace que la victoria sea aún más dulce.

Su delantero estrella de los últimos cuatro años, Jeon Jungkook, se apoya en la pared a unos diez metros por el pasillo. Su mirada se eleva hasta chocar con la mía, por fin se da cuenta de que estoy a punto de pasar a su lado.

─Buen partido esta noche─, le digo, porque ha jugado bien. Menos las partes en las que lo han tirado al banquillo por faltas flagrantes, jugando más como un jugador juvenil que como un recluta de primer nivel para numerosos programas universitarios de hockey. Pero no voy a lanzarle un cumplido al revés y provocar una explosión, ya que una vez encendida la mecha, es solo cuestión de tiempo que explote.

Lástima para mí; él detona de todos modos.

Una mano me aprieta la camisa y me golpea contra la pared antes de que pueda parpadear, y mucho menos reaccionar. Una vez que mi cerebro registra lo que acaba de ocurrir, lo miro fijamente a los ojos.

─No empieces con esas idioteces, Park─. Está hirviendo, con la furia escrita en su cara. Burbujeando bajo la superficie, esperando a ser desatada.

Su ira no es nada nuevo, especialmente en el hielo. Es uno de los oponentes más despiadados contra los que he jugado en los últimos trece años. Diablos, he visto esa furia cobrar vida de primera mano unas cuantas veces; la rabia con la que juega creciendo y creciendo dentro de él hasta que no queda espacio.

Y entonces estalla.

Como ahora.

Mi mano rodea su muñeca e intento zafarme de su agarre. Es inútil, así que le clavo los dedos en los tendones y lo miro fijamente. ─ ¿Qué demonios te pasa?

rivales ✧ jikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora