En lo más sombrío del callejón, un gato acechaba entre las sombras. Su pelajeoscuro como el manto nocturno, esos ojos brillantes con destellos demisterio, reflejan la profundidad de la oscuridad estrellada. Siempre muy sigiloso,con la oscuridad se convierte en un intrépido explorador, Es ese sigilo que guarda lossecretos de la noche. Cualquiera lo confundiría con la oscuridad, pero fue en esa oscuridad que el escuchó que algo o alguien se acercaba.
Mientras Sofía, una chica cual no necesita luz para brillar sale de casa a tirar la basura, su pelo rojo como el fuego y sus ojos azules confundirían a cualquiera, su piel blanca y su mirada dulce, con una sonrisa daría calor a quien lo necesitara, su propio rostro hablaba de su amabilidad, nadie lo pondría en duda, ella misma parecía el sol alumbrando a todo su alrededor. Ella que aun despeinada y en pijama con tan solo una chaqueta parecía pura luz, cuando llegó al callejón a soltar la basura escuchó un sonido, podría haberse asustado, pero ella siempre confía en la bondad de la gente. Apretó los ojos, forzando la vista y en el velo negro logró ver una figura pequeña, azabache y unos ojos ambarinos cruzaron con los suyos.
En ese momento la lluvia que se había hecho derogar todo el verano hizo que gotitas cayeran sobre la niña, ni frío ni calor, ni verano ni invierno, un jueves, parecía que era el día perfecto entre todo, no habían extremos. Sofía que no había abandonado el rayo de luz que salía por la puerta trasera de su casa se agachó, el gato la miró confundido, aun alertado por el miedo.
La lluvia seguía cayendo cada vez más rápido pero no parecía que fuese a enfurecer, la sombra azabache se movió por los contenedores de forma que Sofía no podría acercarse a el, pero con tranquilidad solo sonrió y puso la mano a la altura para que ese gato pudiese acercarse.
El como buen acechador no se acercó, Sofía entendió que le daba miedo la luz, pues a ella la miraba con curiosidad, dió un paso hacia el lado, para que el gato tuviese espacio suficiente dando a entender que ella no era una amenaza. El gato tímido y lento como si de su presa se tratase se acercó, olió su mano y volvió a los contenedores.
Sofía le sonrió cuando volvió a mirarla, y puso la mano en el suelo, moviendo sus dedos, su pelo reflejaba la luz de la casa como si un rayo de sol acabase en ella, y el gato con su sombra solo parecía una extensión más de la oscuridad. Al poner los dedos en el suelo hizo como que jugaba con ellos y no se sabe si el gato se quedó con los ojos más abiertos y brillantes que nunca porque sus dedos jugaban o porque el brazo de esa chica proyectaba sombra al igual que el.
Se acercó mirando el suelo con la sombra de los dedos y cuando Sofía menos se lo esperaba el gato saltó a jugar con ella, sin hacerle daño, sin morderle, solo pata con mano jugueteando. Al cabo de un rato, el gato le hizo gestos para que lo acariciara y Sofía tímidamente tocó su suave pero un poco sucio pelaje azabache, el gato no se quedó conforme y se acercó al regazo de la chica como si nada, se había ganado su confianza. Sofía con la sonrisa más grande del mundo como una niña que era en su interior, cogió al gato.
- Sombra, voy a llamarte Sombra - y con Sombra en sus brazos se levantó y poco a poco se dirigió a la casa. Como la luz y la oscuridad Sofía y Sombra estaban hechos el uno para el otro, y no se dieron cuenta de que eran idénticos a un crepúsculo donde el día y la noche comparten el cielo, creando todos los colores del horizonte.