En medio de la academia

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Nota: Esta historia se ambienta desde el año 1996 (es decir que, en esta realidad, Suguru y Satoru nacen 10 años antes).

Suguru Geto POV:

Nunca fui una persona abierta a los demás y pensé que seguiría así por el resto de mi vida, hasta que apareció aquel resplandor en la oscuridad, ese joven de cabellos blancos que con su sonrisa lograba dar calor a mi inestable corazón.... 

Y algo en él me mantenía despierto, obligándome a consumir esas maldiciones con ese asqueroso sabor que soportaba con tal de cumplir las misiones, recuerdo las noches en las que fue capaz de abrirse a mí, de contarme cada uno de sus sentimientos y también de oírme, el tiempo pasaba y los sentimientos de ambos sólo parecían intensificarse, fui yo quien tomó su mentón una vez, sellando mi amor por él con un suave beso en sus delgados y dulces labios. 

Desde ahí las cosas cambiaron para nosotros, pero todo era muy íntimo, a los ojos de nuestros amigos no éramos más que excelentes camaradas y siempre disimulábamos para mantener esa tonta mentira, sólo la luna era testigo de la realidad, de esos toques y cariños que nos dábamos bajo esa tenue luz de la noche, le prometí amor eterno y él lo creyó a ciegas. 

¿No sería más que un amor de adolescencia? No llegaba siquiera a los dieciséis y ya estaba con una persona maravillosa, recuerdo dedicarle poemas y apodos amorosos cada que podía, dejaba rosas y dulces frente a su puerta también, en mi pecho se notaba el incremento de mis palpitaciones cada que lo tenía cerca, ¡no podía ocultar mi gusto por Satoru Gojo! A veces quería gritarlo y que todos en la academia supiesen que el único dueño de todo mi ser era ese albino hermoso. 

Y en la oscuridad terminé por juntarme con él, haciéndonos sólo uno en nuestra pasión... Oyendo aquella voz que me pedía tantas cosas que en mi deseo no hacía más que complacer y es que me había colado en su dormitorio, el manto estrellado era lo que esperaba cada día pues sólo a esas horas podía expresar mi amor por Satoru.

Y luego de unas semanas, me empecé a preocupar. Aquel ojiazul no parecía igual de enérgico que siempre, le daba un mareo y dolor increíble, siempre tenía que apoyarse en mi cuerpo para no llegar a caer y teníamos que abandonar los lugares en medio de las misiones, fue nuestro maestro quien se empezó alterar pidiendo que halláramos una respuesta enseguida, ¿qué podía tener? ¡No teníamos idea!

Entre empujones y convencerlo verbalmente, lo llevé a rastras a la enfermería. Esperé fuera hasta que la enfermera me dio la indicación y lo que oí casi me causa vómito, debía ser una clase de broma, ¿qué suerte era la nuestra para resultar en que Satoru Gojo fuera uno de los pocos humanos varones con útero? Cubrí mi rostro quedando más pálido de lo que ya era.

Y bueno, ¿qué podíamos hacer? El albino no pareció dudar un instante en sugerir el aborto y yo lo miré instantáneamente con el ceño fruncido y el rostro ensombrecido, no iba a permitir eso. Y si bien suplicó, le dije que me iría de ahí si se le ocurría llevar a cabo esa estupidez, ¡por joven que fuese ya podía lidiar con un hijo! Ambos éramos de grado especial, ganábamos bastante y eso sin contar el capital del portador de los seis ojos siendo que era líder de su clan. 

Entre todo eso sabía el sacrificio: dejar de lado la mentira. Todos iban a saber tarde o temprano de nuestra relación y sería mejor anticiparse, fui el encargado de decir aquella verdad a todos nuestros allegados, se encontraban impresionados con la noticia, ¿dos adolescentes podrían con una nueva vida? Era una locura, pero no pensaba soltar a ese bebé que estaba por venir.

Y, me dio ternura, a los cinco meses, Satoru tenía el estómago bastante más grande y aquella cosita empezaba a moverse en su vientre, soltando patadas que yo buscaba sentir con la mano, estaba demasiado conmovido por esa clase de momentos y por parte del albino, parecía demorarse un poco asimilando todo, siempre había sido el que más se había opuesto a la idea de tener un hijo, pero podía notar como poco a poco ganaba aprecio por el nene que daría a luz, pues el brillo en sus orbes azules era cada vez más evidente y las caricias que le dejaba demostraban esa calidez que tanto quería ver.

Nuestra pizca de humanidad - SuguSatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora