Recuerdo aquella semana con extrañeza, cuando trato de evocar aquellos momentos, me siento como si saborease el polvo del tiempo, de aquellos años que han quedado tan atrás...
El primer día fue el más significativo, recuerdo a padre yendo a por comida al supermercado, recuerdo como mi hermano le ayudaba, mientras traían corriendo todo lo que podían... madre me decía que las tiendas iban a estar cerradas por un tiempo, y que por eso teníamos tanta prisa.
El segundo día fue emocionante, aquella noche hubo muchos fuegos artificiales, cerraron las ventanas de casa y las reforzaron con gran cantidad de tablones, decían que los fuegos artificiales eran peligrosos, porque iban a echar muchos en la ciudad, y que no podríamos verlos directamente.
Me apenó no verlos, hacían tanto ruido al explotar, que la casa entera vibraba, y podía sentir el temblor en el estómago.
Hubiera sido genial verlos, con sus enormes destellos y luces de colores, recuerdo a mamá llorar aquella noche, y papá abrazandola muy serio, supongo que es normal, nunca le habían gustado los fuegos artificiales.
El tercer día no salimos de casa en ningún momento, todos estaban muy callados, y aunque se lo pedí, el abuelo no quiso llevarme al parque, me contó que la ciudad entera estaba de fiesta, y que las calles estaban llenísimas de gente, pero no lo entendí porque afuera no se escuchaba absolutamente nada.
El cuarto día llovía, es cuando escuchamos los disparos, me imaginaba la calle llena de gente pegando petardazos, aunque no lo comprendía porque la lluvia era muy fuerte, ¿quien querría estar en la calle con el tiempo que hacía?
Recuerdo escuchar a mucha gente gritando y pegando voces, parecía que se lo estaban pasando bastante bien.
El quinto día tenía mucha hambre, todos estaban muy serios, y papá peleó con el abuelo cuando se dió cuenta de que me había dado parte de su comida. Creí que me iban a a castigar, pero al final no pasó nada.
Esa noche hubo también muchos fuegos artificiales. Sonaban tan fuerte que creía que los explotaban justo al lado de casa.
El siguiente día papá fue con mi hermano a buscar comida y agua, solo padre volvió unas horas después, tenía una herida en el hombro, estaba muy pálido y el rostro completamente demacrado.
Luego me contaron que mi hermano se encontró a un amigo en el camino, y que aquella noche dormía fuera. A mamá aquello no le hizo ninguna gracia, porque no dejaba de llorar cuando me lo dijo.
El séptimo día fue el peor, papá estaba enfermo, y eso que el abuelo le había curado bien la herida, yo les dije que tenían que llamar a un médico, pero el abuelo era enfermero y no me hizo caso.
Papá tenía la cara de color gris oscuro, y apenas podía moverse del sitio. Quería estar con él, pero me apartaban diciendo que necesitaba mucho descanso y reposo.
El último día nos fuimos de allí, se oían muchas voces en la calle, y la gente seguía tirando muchos petardos, mamá me cogió llorando, y me tapó con una manta, y me hizo prometerme que tendría los ojos cerrados.
Dejamos a papá durmiendo en el cuarto, el abuelo me contó muy triste que íbamos a buscar medicinas para ayudarle, hoy, después de tantos años, todavía sigo esperando volver a ver a mi padre.