Minho, un sacerdote devoto y comprometido con su fe, se enfrenta cara a cara con Han, un demonio astuto cuyo propósito es tentarlo y despertar sus más profundos y oscuros deseos, poniendo a prueba su virtud y su determinación.
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⚠ Advertencia ⚠
Este texto contiene temas religiosos que pueden ser sensibles o controversiales para algunas personas. Lea con precaución
Igualmente se exploran temas religiosos desde una perspectiva cristiana. Si no compartes esta perspectiva, por favor ten en cuenta que las opiniones expresadas pueden no reflejar tus creencias.
Sin nada más que decir, disfruta la lectura ^^
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En el pintoresco pueblo de Goyang, a las afueras de Seúl, las campanas de la iglesia católica de San Andrés repicaban suavemente, anunciando el comienzo de la misa matutina. Lee Minho, el sacerdote de la parroquia, se preparaba para oficiar el ritual, acompañado por su fiel monaguillo, Han Jisung. La luz del sol se filtraba a través de los vitrales, iluminando el rostro sereno de Minho mientras elevaba la hostia consagrada. El olor a incienso y cera flotaba en el aire, envolviendo a la congregación en un ambiente de recogimiento. Los feligreses se arrodillaron en silencio, esperando recibir la comunión.
Minho comenzó a recitar las oraciones, su voz calmada y segura. "Pan de vida, vino de salvación...". Han se mantenía a su lado, sosteniendo el cáliz con reverencia. La mirada de Minho se cruzó con la de Han, y por un instante, sintió un pequeño revoltijo de nervios en su estómago ante lo lindo que era el menor.
"Cálmate, sigue con lo tuyo" pensó apartando cualquier pensamiento subido de tono con su menor, y decidio seguir con su trabajo.
La misa avanzó, y Minho se acercó a la comunión. Repartió las hostias a los feligreses, bendiciendo cada uno con una sonrisa, Han haciendo lo mismo a su lado.
Ya cuando terminó de entregar las hostias a cada uno de los feligreses, llegó el turno de su fiel monaguillo, el cual se colocó frente suyo para seguir el mismo ritual.
-El cuerpo de Cristo -recitó suavemente mientras tomaba una hostia del cáliz y la alzaba ligeramente.
-Amén.
En ese instante la mano de Minho se detuvo al tener a Han frente suyo. El joven monaguillo lo miró con una sonrisa pícara, y Minho sintió un escalofrío al entregarle la hostia en la punta de su lengua. Por un momento, un brillo carmesí apareció en la dulce mirada de Jisung.
