5* ¿La sombra... de quién?

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La figura en la grabación no deja de rondar mi mente

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La figura en la grabación no deja de rondar mi mente. Esa sombra fugaz, casi imperceptible, se ha convertido en una espina clavada. Intento imaginar a quién podría pertenecer, pero lo único que tengo son suposiciones. Owen ha dicho que no debemos saltar a conclusiones, pero mi instinto me dice que esa sombra no es una coincidencia.

—Podría ser cualquiera —me dice Owen mientras caminamos hacia el coche. Es de noche, y las luces de la calle proyectan sombras largas y siniestras en el suelo, lo que no ayuda a calmar mis nervios.

—O podría ser alguien específico —replico—. Alguien que no quería ser visto.

Él me mira con una media sonrisa, como si apreciara mi tenacidad pero pensara que estoy exagerando.

—¿Sabes cuántas veces hemos visto sombras en grabaciones y no resultaron ser nada? A veces es solo el reflejo de alguien que pasa cerca de una ventana o un fallo en la cámara.

—Y otras veces es el asesino —insisto, cruzándome de brazos. Es frustrante cómo Owen puede ser tan frío y metódico cuando yo solo quiero seguir las pistas.

—Está bien —dice, levantando las manos en señal de paz—. Supongamos que esa sombra es algo importante. ¿Cómo lo comprobamos?

Esa es la cuestión, ¿no? La sombra es solo una pista más, pero necesitamos algo más concreto. Y eso nos lleva de vuelta a los vecinos, los sospechosos más probables.

Decidimos hacer una visita a Luis, el vecino del 3B que Marta mencionó. Al llegar a su puerta, algo me dice que este tipo no será muy cooperativo. Y tengo razón.

Luis es un hombre en los cuarenta, con el cabello desordenado y una camiseta arrugada que parece no haber sido lavada en días. Nos mira con desconfianza desde el momento en que abrimos la puerta.

—¿Qué queréis? —nos suelta sin preámbulos.

—Solo queremos hacerle unas preguntas sobre Blanca de la Cruz —dice Owen, mostrando su placa con ese profesionalismo que nunca pierde.

—¿Blanca? —Luis frunce el ceño—. No sé nada de eso. No hablo con mis vecinos.

—Marta, del piso de enfrente, mencionó que usted y Blanca tuvieron algunas discusiones —le digo, observando cómo su expresión cambia de inmediato.

—¿Marta? Esa mujer está loca —responde, cruzando los brazos—. Si fuera por ella, estaría metido en todas las peleas de este edificio. Pero no. Yo no tuve ninguna discusión con Blanca. A duras penas la conocía.

Owen lo observa en silencio, con la misma mirada analítica que siempre usa cuando está evaluando si alguien miente. Yo, en cambio, me inclino un poco más hacia adelante, decidida a no dejar que Luis se salga con la suya.

—Eso no es lo que nos dijeron. Según varios vecinos, se escuchaban gritos provenientes de este piso. Discutían con frecuencia —digo, y noto cómo los ojos de Luis se entrecierran.

—¡Eso es una mentira! —espeta, casi escupiendo las palabras—. No discutía con ella. Lo que pasaba es que esa chica... —hace una pausa, mirando hacia el pasillo vacío como si buscara las palabras—. Esa chica tenía problemas. No sé de qué tipo, pero siempre se quejaba de algo. Escuchaba cosas en la noche, decía que alguien la seguía, que la vigilaban. Al principio pensé que solo estaba siendo paranoica, pero luego… bueno, comenzó a ponerse rara.

Mi piel se eriza al escuchar aquello. ¿Más paranoica? ¿Como si realmente hubiese tenido razones para estarlo?

—¿Qué quiere decir con rara? —pregunta Owen, calmado, pero ahora con un interés genuino.

Luis duda un momento, sus ojos se mueven de un lado a otro como si considerara cuánta información es seguro compartir con nosotros.

—No sé… empezó a mirarme raro. Siempre que me cruzaba con ella en el pasillo, me lanzaba esas miradas. Como si me culpara de algo. Pero nunca le hice nada. Ni siquiera hablamos.

Owen anota algo en su libreta, y sé que mi compañero está procesando cada palabra.

—¿Alguna vez te dijo por qué pensaba que la seguían o vigilaban? —pregunto, esperando obtener algo más.

Luis se cruza de brazos y suspira, como si estuviera harto de hablar del tema.

—No directamente. Pero la escuchaba quejarse de que alguien la miraba desde la ventana, o que había sombras moviéndose por la noche. Honestamente, al final del día, me daba igual. Mientras me dejara en paz, no era mi problema.

—¿Sombras? —pregunta Owen, levantando una ceja.

—Sí, sombras. Pero no sé si era real o si estaba imaginando cosas. Como les dije, empezó a actuar raro —repite Luis, encogiéndose de hombros, claramente ansioso por terminar la conversación.

Owen y yo intercambiamos una mirada. Sombras, otra vez. La misma palabra que apareció en el diario de Blanca, la misma que vimos en las grabaciones. Empiezo a sentir que estamos ante algo más grande, algo que Luis no está dispuesto a reconocer.

—Bueno, Luis —dice Owen finalmente, cerrando su libreta—. Si recuerdas algo más, no dudes en ponerte en contacto con nosotros.

Luis asiente con la cabeza, pero no parece tener intención alguna de hablar con nosotros de nuevo. Cierra la puerta con un movimiento rápido y seco, dejándonos de pie en el pasillo.

—¿Qué opinas? —le pregunto a Owen cuando comenzamos a caminar hacia la salida.

—Que Luis nos está diciendo la verdad, al menos en parte. No creo que sea el asesino, pero definitivamente hay algo más. Algo que no nos está contando —responde él, mientras se guarda la libreta en el bolsillo.

—¿Y qué me dices de lo de las sombras? —insisto, porque ese detalle me sigue inquietando.

Owen frunce el ceño mientras se lo piensa.

—Puede que Blanca estuviera paranoica, pero también puede que realmente viera algo o a alguien. Tendremos que investigar más a fondo.

Nos dirigimos de vuelta al coche, pero mi cabeza no deja de darle vueltas al tema. Las sombras, la paranoia de Blanca, y la sensación de que estamos cada vez más cerca de algo oscuro.

De camino a la comisaría, decido revisar de nuevo el diario de Blanca, buscando alguna referencia más clara a las sombras. No pasa mucho tiempo antes de que encuentre una entrada que no había notado antes, escrita con una letra más desordenada, casi desesperada.

«He estado viendo sombras. Siempre están ahí, en los rincones de mi visión. Al principio pensé que era solo mi imaginación, pero ahora lo sé. Alguien me sigue. Lo siento. No sé quién es, pero sé que está ahí, mirándome. No puedo más. No puedo seguir viviendo con este miedo constante».

Mi corazón se acelera mientras leo esas palabras. ¿Es posible que Blanca estuviera realmente en peligro? ¿Que no fuera solo una paranoia?

—Owen —digo, mostrando la página del diario—. Mira esto.

Él toma el cuaderno y lo lee en silencio. Cuando termina, me mira con una expresión que no suele usar: preocupación.

—Definitivamente estamos ante algo serio. Y esas sombras no son una simple coincidencia —dice con firmeza.

Siento un escalofrío recorriéndome la espalda. Puede que Blanca no haya estado sola en sus últimos días. Puede que alguien —o algo— realmente la estuviera acechando.

La pregunta ahora es: ¿quién?

Voces de almas paralelas | PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora