Senji Muramasa en Fairy Tail (2)

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Senji Muramasa de Anomalía.

Parte 1:

Haah... esto es una mierda.

Me encuentro encadenado, con grilletes pesados atados a mi tobillo. Mi ropa está desgastada, sucia. Mi cuerpo, débil y agotado.

Supongo que esto es lo que merezco. Karma, dicen. Seguir a Oda Nobunaga me llevó a cometer actos imperdonables.

Maté a muchos... niños, adultos, ancianos... Todos inocentes, víctimas de la guerra que Oda tanto deseaba para unificar Japón bajo su nombre.

Cuando morí, llegué al río Sanzu. Allí, delirante, dudaba si debía cruzar o no. Las aguas estaban turbulentas, infestadas de serpientes, un reflejo de los pecados que había cometido. Al otro lado, el demonio Keneo me esperaba, cruzando el río y antes de desaparecer por completo del mundo de los muertos, dejó un mensaje claro:

"Comienza tu viaje de peregrinación."

Solté un suspiro cansado.

Ahora debo purgar mis pecados. Es lo que me queda. Quiero descansar... quiero que esta alma corrompida finalmente encuentre la paz.

Mis pupilas, blancas como la luna, brillaron intensamente en la oscuridad.

Mis pupilas, blancas como la luna, brillaron intensamente en la oscuridad

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Parte 2:

Erza corría con todas sus fuerzas, la pequeña bolsa de comida apretada contra su pecho. Su objetivo era claro: llevar la comida a los niños más débiles. Habían logrado encontrar algo de alimento, pero sabían que el mago oscuro puede alcanzarlo en cualquier momento. A su lado, un compañero de la misma edad la seguía, jadeando por el esfuerzo.

Finalmente, encontraron el atajo entre las ruinas, Erza se detuvo y le tendió la bolsa al niño, con los ojos fijos en los suyos.

—Llévate esto y corre —le dijo, casi en un susurro, mientras el sudor caía por su frente.

—Pero, Erza, ¿qué vas a hacer tú? —preguntó el niño, preocupado.

Erza le sonrió con una firmeza que ocultaba su propio temor.

—Yo seré la carnada. Tú debes asegurar la comida —dijo, sabiendo que alguien tenía que distraer al mago oscuro que los perseguía.

El niño asintió, aunque con evidente miedo, y salió corriendo hacia los escombros. No había pasado mucho tiempo antes de que el mago oscuro los alcanzara. Una figura alta y siniestra, con una sonrisa maliciosa, apareció de entre las sombras, observando a Erza con una mirada que helaba el alma.

—Crees que eres astuta, pequeña —se burló el mago oscuro, levantando su mano derecha para activar su magia. La tierra bajo sus pies comenzó a temblar, y en un instante, enormes rocas emergieron del suelo, flotando a su alrededor.

Erza levantó su brazo en un intento desesperado de protegerse, pero justo antes de que las rocas la alcanzaran, una figura desconocida se interpuso entre ella y el mago. Era un chico de su edad, pero algo en él era distinto a cualquiera que hubiese visto antes. Las piedras golpearon su piel, pero no le hicieron daño alguno. Las rocas simplemente se partían al contacto con él, como si estuvieran chocando contra una barrera indestructible.

El chico de cabello rojo vibrante, un tono otoñal casi cálido, llamó la atención de Erza inmediatamente. Recordó vagamente haber escuchado rumores sobre un niño extraño de unos ojos diferentes de otras personas. Ahí vio porque era diferentes a otros, eran sus ojos: completamente negros, con pupilas blancas, una anomalía que ningún otro niño, adulto o anciano tenía.

—¿Cómo escapaste de tu celda? —dijo el mago oscuro, sorprendido por la intervención.

Senji, con una expresión calmada, no respondió de inmediato. Con un rápido movimiento, se lanzó hacia el mago oscuro, golpeándolo en la mandíbula con tal fuerza que lo noqueó de inmediato. El cuerpo del mago cayó pesadamente al suelo, inconsciente.

Pero la calma no duró mucho. Desde el otro extremo del corredor, varios magos oscuros más aparecieron, alertados por la caída de su compañero. Sus miradas llenas de furia se fijaron en Senji y Erza, sus manos brillando con magia preparada para atacar.

—Sal de aquí —dijo Senji de manera calmada, pero con una autoridad que Erza no podía ignorar.

Ella dudó. No quería dejarlo solo, y el instinto de ayudarlo la impulsaba a quedarse. Sin embargo, al ver cómo más magos oscuros se aproximaban, supo que quedarse solo empeoraría las cosas. A regañadientes, tomó la decisión que sabía que era la correcta.

—Tch... —murmuró entre dientes, claramente frustrada por tener que huir—. No te mueras.

Senji, sin apartar la vista de los enemigos que lo rodeaban, esbozó una pequeña sonrisa.

—No pienso hacerlo.

Con el corazón acelerado, Erza corrió en el siguiente corredor para encontrar otro atajo y, alejarse del campo de batalla.

Mientras tanto, Senji se preparó para el combate. Los magos oscuros atacaron, lanzando hechizos de tierra y fuego. Empezó a evadirlos con una increíble agilidad impresionante para alguien tan joven.

Senji se movió entre ellos, golpeando con precisión y brutalidad. Cada golpe era certero, derribando a sus oponentes rápidamente sin necesidad de hacer movimientos innecesarios. Los magos caían uno tras otro, incapaces de comprender cómo un simple niño podía enfrentarlos tan fácilmente.

Cuando el último de los magos oscuros cayó, Senji se quedó inmóvil por un momento, observando el caos que había dejado a su alrededor. La pelea había terminado fácilmente, miro por el corredor que había escapado Erza.

"Sacrificándose para salvar a otros... ¿valiente? o ¿ingenua?"

Sin más, se alejó en silencio, desapareciendo por el camino que habían llegados los otros magos oscuros.



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