Frías mañanas de otoño se acercaban, en un cuarto sin ventanas donde no se podía observar el desvanecer de las hojas, ni sentir el olor de la estación, poco o mucho ya importaba, las calles eran peligrosas, las escuelas y hasta nuestro propio hogar era inseguro, había siempre el temor de morir a manos de una de esas cosas.
Beep Beep
Apago la alarma mientras termino de peinarme, el miedo no permite que duerma bien, los nervios azotan hasta lo mas mínimo de mi cuerpo.
Rápidamente alisto mis cosas para ir al trabajo, preparo mi solicitud de ingreso que mas tarde usare y me agrego a la lista de vecinos que salen del edificio, antes de salir reviso que todo este en mi bolso, si una de estas falta puedo acabar muerta.
Bajo las escaleras apresuradamente, ahi se encuentra Mia, ella también saldrá para su trabajo de maestra, se apunta en la lista y se retira, lo mismo hago yo.
...
Pase a duras penas el control que hacen antes de ingresar, no quería subir en el elevador pero ante mi cansancio me vi en la obligación de hacerlo, mi cuerpo arde y me desabotono uno de los botones de mi ajustada camisa, grave error, pues no me encontraba sola en aquel elevador, ahi se encontraba un hombre, ojos cansados y vestimenta blanca, el lechero, una tensión inunda el ambiente, el es mucho mas alto que yo y aunque lleve tacones seria imposible alcanzarlo.
Se ve tan relajado, los minutos parecen eternos, se recuesta en la pared y me observa con una sonrisa leve, hasta que por fin llego, salgo rápidamente y dejo que ese extraño hombre se vaya a su piso.
Hace no mucho que llegue a este edifico, nunca antes lo había visto, ni en las escaleras, ni en los pasillos, ni en las largas colas que de ves en cuando se hacen para la lista de vecinos que saldrán, un escalofrió recorre mi espalda al pensar de que aquel hombre fuera una de esas horribles cosas, por suerte no esta en mi piso.