Capitulo 2.

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El aire en la tienda estaba impregnado de un aroma a caramelo y especias, un recordatorio de que Halloween estaba a la vuelta de la esquina. Alastor empujaba un pequeño carrito de compras, su mente centrada en la lista de golosinas que su madre le había pedido. A su alrededor, los pasillos estaban decorados con telarañas sintéticas, muñecos de plástico y luces suaves que daban vida a la festividad. La música ambiental era una mezcla de risas infantiles y melodías espeluznantes, creando una atmósfera que le traía recuerdos de su infancia.

Alastor sonrió mientras observaba a Lucifer moverse emocionado entre los estantes. Con unas pequeñas orejas de gato de felpa adornando su cabeza, Lucifer parecía un niño en una tienda de dulces. Sus ojos brillaban con cada nuevo hallazgo, y su energía era contagiosa. Alastor no pudo evitar sentirse atraído por esa alegría desbordante.

—Mira esto, Alastor —llamó Lucifer, levantando un paquete de gomitas en forma de calaveras—. ¡Son perfectas para la noche de brujas!

Alastor se acercó, observando cómo Lucifer dejaba caer el paquete en el carrito, que ya estaba lleno con dulces coloridos y decoraciones. Sin embargo, su mirada se detuvo en una sección de dulces ácidos, y una chispa traviesa brilló en sus ojos.

—Oh, estos son perfectos para los pequeños —dijo Alastor con un tono burlón—. Imagina sus caras al probarlos.

Lucifer lo miró con una ceja levantada, pero no pudo evitar sonreír al darse cuenta de la malicia en la propuesta.

—¿Eres consciente de que eso podría causar un pequeño caos? —preguntó Lucifer, cruzando los brazos mientras evaluaba la situación.

—¿Y qué? —replicó Alastor, encogiéndose de hombros mientras los dejaba caer en el carrito—. Solo es Halloween una vez al año.

Lucifer lo observó con desdén, pero no pudo resistirse a la promesa tácita de dulces más agradables.

—Está bien, apoyaré tu idea pero solo si me compras algunos de esos —dijo Lucifer, señalando un paquete de gomitas en forma de murciélago.

Alastor hizo una mueca, sabiendo que no era lo mejor para la salud de Lucifer. Pero cuando el rubio le dió una mirada brillante, sus defensas se derrumbaron.

—Está bien, está bien —cedió Alastor, riendo—. Tienes un trato.

Lucifer soltó un grito de triunfo que hizo que varios clientes se giraran a mirar. Se movió ágilmente por los pasillos, dejando caer más golosinas en el carrito mientras disfrutaba del momento. El ambiente era festivo; había otros clientes con sombreros de bruja y maquillajes simples que llevaban consigo el espíritu de la próxima celebración.

Alastor observaba a Lucifer con cariño mientras este se detenía frente a una exhibición de vajillas para parejas: dos jarros con frases que combinaban perfectamente. Uno decía "Tú eres mi calavera" y el otro "Yo soy tu calavera", realmente eran ridículos y estúpidos, pero se abstuvo de comentar.

—¡Debemos comprar esto! ¡Después de todo los fines de semana siempre te quedas en mi departamento! —Exclamó Lucifer, su voz llena de entusiasmo.

Alastor tomó uno de los jarros y lo examinó con una expresión pensativa, disfrutando del brillo en los ojos de Lucifer mientras esperaba su respuesta.

—Hmm... déjame pensar... —dijo Alastor, haciendo una pausa dramática.

Lucifer se mordió el labio, claramente ansioso por su decisión. Finalmente, Alastor sonrió y dijo:

Caer en tus brazos. -RadioApple, Omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora