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                    Gangsta-Kehlani.

Amber Russell.

—Si señora Raymont, estoy a 15 minutos de llegar, disculpe la demora pero le aseguro que estaré allí en poco tiempo.

Mentira, no había salido ni de mi casa pero eso ella no lo tenía porque saber.

La señora Raymont y yo nos habíamos conocido por internet gracias a un anuncio que ella había publicado ofreciendo o más bien, suplicando una niñera que cuidara de su hijo. La falta de dinero, los problemas y deudas que tenía encima me impulsaron a tomar esa loca  decisión que, no me está dando buena espina pero que por responsabilidad y compromiso debo de seguir.

Cuelgo el teléfono cuando ya no escucho respuesta, me adentro a mi pequeño auto y lo enciendo sin perder tiempo. El que vaya tarde no es mentira pero tampoco novedad, siempre he sido muy descuidada y relajada, supongo que eso es la principal fuente de muchas de mis desgracias pero estoy decidida a dejar de serlo y que por el bien de mi familia y el mío debo de cambiar mi estilo de vida. Vivo con mi madre y mi hermano pequeño, mi madre no puede trabajar por una caída que tuvo la cuál le afectó gravemente la columna y gracias a ello, todo el peso que ella cargaba a pasado a mi.

Acelero más el auto por las solitarias carreteras de la pequeña ciudad en la que vivía, era un pueblo muy pequeño y apartado de la civilización lo cual hacia que todos nos conociéramos o mantuvieramos alguna relación.

Antes de contactar a la señora Raymont había investigado un poco acerca de ellos y su extraña manera de vivir, pues viven alejados de este pueblo y este mismo es el más cercano que tienen porque como dije, vivimos alejados de la civilización. Es una familia de tres, el padre, la madre en este caso la señora Raymont y el hijo. No sé más nada pues la información sobre ellos era muy escasa lo cual me dificultó investigar. Le pregunté a mi madre acerca de ellos pero su manera de evadir el tema o su actitud nerviosa me hizo desistir de la pregunta.

Tal parecía que lo iba a investigar por mi propia cuenta.

Entre más me acercaba al hogar de la familia Raymont, un ligero temblor en mis manos o una molestia en el pecho se intensificaba. Me sentía extraña y cuando eso sucedía nada bueno me pasaba pero sólo por esta vez decidí ignorarlo y seguir acercándome.

Los árboles pasaban y pasaban y al ver que estos no desaparecían creí que me habia perdido pero eso no tuvo sentido puesto a que la carretera era recta, la otra opción era que esa carretera no tuviera fin pero eso también era muy absurdo.

Los minutos pasaban sin detenerse hasta que creí que, me habían jugado una mala broma y que me había hecho perder mi tiempo y bueno, también gasolina pero toda duda o queja desapareció cuando los árboles empezaron a desaparecer siendo remplazadas por cercas de madera con algunos cables entrelazados entre si y algunos símbolos que para mi fueron desconocidos aunque le daban un toque elegante y delicado.

Aumenté más la velocidad del auto mientras, los árboles habían desaparecido totalmente mostrándome unas cercas blancas con un terreno limpio y vegetación al fondo.

Está parte de la cuidad no la conocía aunque eso se debía a que nunca acostumbré salir del pueblo y menos a estos lugares muy poco habitados.

Una enorme reja negra me recibió, antes de que me bajara del auto para buscar la manera de entrar ésta se abrió permitiendome el paso, me adentré a las lujosas instalaciones de la mansión Raymont deleitandome  con la vista que está me brindaba.

Todo se veía tan elegante y pulcro que me hizo sentirme fuera de lugar, habían esculturas de arbustos que le daban un toque misterioso al lugar, lo que me sorprendió fue el color que habian elegido para pintar la casa y ese fue el negro, la mansión se veia muy fuera de lugar que llegué a creer que eso no debería de estar allí.  Las ventanas se veían misteriosas y oscuras que le daban un toque sombrío a la casa y algunas esculturas de personas con alas y un rostro desfigurado adornaban las esquinas.

Inefable. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora