En la penumbra del adiós, un eco de
ausencia,
se desvanece la luz, en la sombra de la presencia.
Padre amado, en el recuerdo eterno,
tu partida deja un vacío, un dolor interno.
En cada recuerdo, una lágrima caída,
en cada suspiro, una voz perdida.
Tu amor, tu sabiduría, en la memoria se anidan,
como estrellas
en el cielo, en la noche perdida.
Caminos compartidos, abrazos en silencio,
en el eco del tiempo,
un lazo intenso.
Padre querido, en el alma presente,
tu legado perdura, eternamente.
En cada paso, en cada logro, en cada fracaso,
tu amor y tu guía, en cada espacio.
En la huella imborrable de tu ausencia,
el amor perdura, con fuerza
y presencia.
En el susurro del viento, en la luz de la aurora,
tu amor perdura, en cada hora.
Padre amado, en el alma y la mente,
tu esencia perdura, eternamente.