1. Solo quedas tú

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Jake despertó con un dolor punzante en la cabeza. El aire era pesado y frío, abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la oscuridad. Estaba en una pequeña habitación de paredes metálicas, iluminada por una tenue luz que titilaba desde un rincón del techo.

Se sentó, confuso. No recordaba cómo había llegado allí, ni cuánto tiempo había estado inconsciente. Miró a su alrededor, observando la cama dura y el escritorio de metal sin nada encima. Un único pensamiento comenzó a formarse en su mente, había sido secuestrado.

Con un escalofrío recorriéndole la espalda, se levantó tambaleándose y caminó hacia la única puerta que había en la habitación. Intentó abrirla, pero estaba cerrada con llave desde el otro lado.

—¡¿Alguien?! —gritó golpeando la puerta con el puño—. ¡Déjenme salir! ¡¿Qué es esto?!

El silencio fue la única respuesta durante unos segundos, hasta que una voz familiar se oyó a través de un altavoz escondido en alguna parte del cuarto.

—Jake... estás a salvo. No te preocupes.

El estómago de Jake se revolvió. Esa voz suave, calmada, la reconoció al instante. Era Tom.

Sintió como un nudo se formaba en su estómago. Tom era su compañero de trabajo, el tipo callado, que rara vez hablaba, pero cuya presencia siempre lo incomodaba de alguna forma. Había algo en sus miradas, en la forma en que se acercaba demasiado en los momentos más inoportunos, que ahora parecía tener sentido. Tom lo había secuestrado.

—¿Tom? ¿Qué demonios está pasando? ¿Me tienes aquí encerrado? ¡Ábreme la puerta! —gritó Jake, golpeando la puerta con furia.

—Jake. Te salvé. Afuera es peligroso. Aquí estás a salvo, conmigo —la voz de Tom era suave, casi cariñosa.

Jake se quedó en silencio por un momento. Tom lo había estado observando. Todo ese tiempo en la oficina, esas miradas furtivas que Jake había tratado de ignorar, eran mucho más que simple curiosidad. Tom lo quería... lo había querido todo el tiempo. Y ahora, estaba atrapado.

—¡Esto es una locura, Tom! ¡Déjame salir ahora mismo! —exigió buscando desesperadamente algo en la habitación que pudiera usar para escapar.

—Jake... —Tom suspiró, y su voz se suavizó aún más, casi como si estuviera hablándole a un niño asustado—. No entiendes. No hay un lugar al que puedas escapar. Afuera ya no queda nada.

—¿De qué diablos hablas? —gritó furioso y asustado—. ¿Qué has hecho?

—Yo no hice nada, Jake —respondió Tom con calma—. El mundo cambió. La gente se convirtió en monstruos. Yo... te salvé antes de que fuera demasiado tarde. Ahora nadie puede hacernos daño.

Jake no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Monstruos? ¿Qué clase de locura era esa? Todo apuntaba a que Tom había perdido la cabeza, y ahora estaba atrapado en su retorcida fantasía.

—No te creo —respondió con voz temblorosa—. Estás loco. Estás... estás obsesionado conmigo. ¡Siempre lo estuviste!

El silencio al otro lado del altavoz fue ensordecedor. Por un momento, Jake pensó que Tom no iba a responder. Pero entonces, la puerta se abrió con un leve chirrido.

Tom apareció, con su figura alta llenando el umbral. Llevaba ropa desgastada, sucio y desaliñado, como si hubiera pasado días encerrado. Pero lo que más llamó la atención de Jake fue la expresión de Tom. Había una calma inquietante en sus ojos, pero también una chispa de emoción que parecía mal contenida.

—Obsesionado... —murmuró Tom, como si probara la palabra en su boca. Dio un paso hacia Jake—. No lo entiendes. Siempre estuve ahí, viendo cómo te esforzabas, cómo sonreías a los demás, cómo me ignorabas. Sabía que no me veías como yo te veía, pero... eso no importaba. Porque sabía que, al final, serías mío.

Jake retrocedió, con el miedo apretando su pecho.

—¿Qué demonios estás diciendo?

Tom se acercó lentamente, con sus ojos fijos en Jake, con una sonrisa torcida que parecía fuera de lugar.

—Esta destrucción... fue una bendición. El mundo ahí fuera se cayó a pedazos. Pero eso me permitió salvarte. Ahora... ahora ya no tienes a dónde huir. No tienes a nadie más. Solo me tienes a mí.

Jake sintió su piel erizarse. Tom había querido esto, había esperado el momento para tenerlo encerrado. Miró hacia la puerta abierta, sabiendo que esa era su única oportunidad. Con un movimiento rápido, empujó a Tom a un lado y corrió por el pasillo.

—¡Jake, espera! —gritó Tom, pero Jake no se detuvo.

Corrió a través del pasillo, buscando una salida. Su corazón latía con fuerza mientras subía una escalera oxidada que lo llevó a una puerta pesada. Intentó abrirla, pero estaba cerrada.

Escuchó pasos detrás de él. Tom lo estaba alcanzando. Jake golpeó la puerta desesperadamente, tratando de forzarla, pero entonces... lo escuchó.

Gruñidos.

Desde el otro lado de la puerta, venían sonidos inhumanos, rasguños, gemidos guturales. Jake se congeló, su respiración se detuvo mientras algo arañaba el metal, como si estuviera tratando de abrirse camino hacia él.

—Jake... —la voz de Tom se escuchó a su espalda, más cerca de lo que esperaba—. No puedes salir. Eso es lo que hay afuera. Ellos son lo que queda.

Jake se giró lentamente, encontrándose cara a cara con Tom. Su mirada era fija, casi eufórica.

—No hay nada para ti allá fuera. Te mantengo a salvo aquí. Conmigo. Siempre quise que estuvieras a mi lado, y ahora lo estás.

—Esto es una locura —susurró Jake, mientras su mente luchaba por procesar lo que estaba sucediendo.

Tom dio un paso más cerca, acorralándolo contra la puerta.

—Sí... para ti quizás lo es. Pero yo... yo siempre supe que las cosas serían así. Cuando todo se desmoronó, me di cuenta de que no necesitaba un mundo con reglas. Solo te necesitaba a ti. Y ahora, te tengo. Para siempre.

Jake sintió el frío del metal de la puerta en su espalda. Sabía que no había escapatoria. Afuera, lo esperaban horrores desconocidos. Adentro... Tom lo tenía atrapado en su red de obsesión. No sabía qué opción era peor.

Tom levantó una mano y acarició la mejilla de Jake, su tacto helado y lleno de una posesividad que hacía que la piel de Jake se erizara.

—No tienes que preocuparte por nada, Jake. Yo cuidaré de ti. Siempre lo haré.

Jake cerró los ojos, atrapado por la resignación. El mundo exterior se había convertido en una pesadilla, pero la verdadera prisión no era el búnker. Era Tom. Y ahora, no había escapatoria.

100 formas de shippear a Tom y Jake (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora