Todavía recuerdo su tacto.
Todavía recuerdo como se sentían sus manos sobre las mías, cálidas, suaves, delicadas y masculinas al mismo tiempo. Recuerdo como se sentía el roce de sus dedos por cada centímetro de mi piel. Como recorría mi cuerpo lentamente y los escalofríos que eso me daba. Recuerdo como las yemas de sus dedos apenas necesitaban rozarme para ponerme los pelos de punta.
Recuerdo su agarre, brusco, fuerte, posesivo. Sus manos agarrándome, sosteniéndome. Recuerdo la cantidad de fuerza que implementaba dependiendo lo que buscaba.
Recuerdo como se sentía el roce de sus labios sobre los míos, en besos sencillos, cortos y en otros más largos y pasionales. Nunca te besaba de la misma forma dos veces y aun así hoy podría reconocer sus besos entre miles.
Recuerdo como recorría mi pecho con sus labios, dejando marcas por doquier. Como bajaba de mi boca a mi cuello con cortos besos, suaves, como él, y poco a poco bajaba un poco más, dejándome sentir sus labios por todo mi cuerpo... todavía lo recuerdo.
Todavía recuerdo el tono rosado de sus labios, que de vez en vez se tornaba más oscuro, a veces más claro. Recuerdo como se sentían en invierno, resecos y con rastros de bálsamo. En verano, cálidos y delicados como los pétalos de una rosa.
Me pregunto si algún día olvidaré como se sentían los vellos de su corta barba rozando mi rostro, mis labios, mi cuello, mis manos... Recuerdo reír cuándo sus besos terminaban haciéndome cosquillas gracias a su barba. Recuerdo como sonreía cuándo me miraba.
Lo recuerdo a milímetros de mi rostro. No necesito pensar de más para volver a sentir su respiración chocar sobre mis labios, para volver a sentir sus ojos sobre los míos. Recuerdo esos ojos color miel, penetrantes, transparentes, observadores. Podía leerte la mente con ellos y podía dejar que leyesen la suya. Puedo volver a sentir su mirada recorrer cada centímetro de mi piel, casi como si me tocara solo con mirarme. Puedo también ver su sonrisa al notar mi nerviosismo de tenerlo tan cerca, de sentirlo tan mío, de sentirme tan bajo su posesión. Recuerdo también como solía tomar mi rostro en ésas situaciones... todavía puedo sentirlo apoyando ambas manos sobre mis mejillas. Sus manos suaves, mucho más grandes de lo que parecen y delicadas en cada movimiento. Sus manos tibias, siempre tibias, exploradoras y ágiles. Puedo sentir el movimiento de sus pulgares sobre mi rostro, acariciando mi piel. Es como el tacto de la seda... puede que todavía más suave y placentero.
Todavía recuerdo como se sentía tocarlo, tomar sus brazos, sentir la contracción de sus músculos. Recuerdo cada centímetro de su persona. Recuerdo el camino que tomaban mis manos sobre su cuerpo, desde sus piernas, no tan delgadas como solían ser antes, un poco firmes, sintiendo mis dedos escapar de entre sus vellos para rozar su piel y luego, lentamente, levantarlos para que sean mis uñas las que lo tocaran, presionando levemente sobre su epidermis y arañando al ir llegando a sus caderas. Recuerdo como se ponía su piel cuándo hacía eso. Subía, luego, lentamente a su abdomen, algo más trabajado, algo más fuerte. Sentía como mis yemas volvían a posicionarse para tocarlo, para recorrerlo en un zigzag de pequeñas, casi invisibles subidas y bajadas por los pequeños músculos del mismo. Recuerdo llegar a su pecho y tocar con mis dedos el frío metal del piercing que atravesaba su piel, tomarlo con dos dedos y jugar con él. Dejarlo y seguir, subiendo a sus clavículas, que se marcaban debajo de su cuello, acariciándolas ocasionándole escalofríos, otra vez. Recuerdo volver a bajar mis manos, dirigiéndome a sus brazos, tomándolos, sintiendo esos músculos que orgulloso solía mostrar, y seguir bajando hasta entrelazar mis manos con las suyas y jugar con ellas. Recuerdo como se sentía soltarlas.
Recuerdo como se sintió soltar su mano la última vez. Con una mano rozando la comisura de sus labios que tras mis palabras transformaban una sonrisa en una expresión seria... recuerdo como se sintió esa metamorfosis en su expresión sobre mis temblorosos dedos. Recuerdo como la presión de su mano sobre la mía disminuyó lentamente y como un movimiento hizo que nuestras manos se separaran. Lo recuerdo. Recuerdo las puntas de mis dedos recorrer su mano tatuada mientras ésta se alejaba del agarre que yo quería mantener.
Todavía recuerdo como se sentían sus manos cálidas, sus labios, sus mejillas, sus piernas, su abdomen, su pecho, su cuello, su pelo...
Todavía recuerdo su tacto.
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