Capítulo 1

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El sol se filtraba débilmente a través de los enormes ventanales de la oficina de Max Verstappen, iluminando el espacio con un brillo suave que contrastaba con la tensión que sentía en su interior

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El sol se filtraba débilmente a través de los enormes ventanales de la oficina de Max Verstappen, iluminando el espacio con un brillo suave que contrastaba con la tensión que sentía en su interior. De pie frente a su escritorio, observaba la ciudad extendiéndose a sus pies, aparentemente tranquila, mientras él sentía como el mundo se cerraba poco a poco sobre él.

Los últimos meses habían sido una sucesión de amenazas sin tregua, mensajes anónimos, y un incidente reciente que había estado demasiado cerca. Demasiado. Los hombres que lo rodeaban, encargados de su seguridad, ya no le parecían suficientes. Por eso había tomado la decisión de contratar a alguien más. Alguien que pudiera estar a la altura de la situación. O al menos, eso era lo que le habían dicho de Sergio Pérez.

—Está aquí. — anunció Carlos, su jefe de seguridad, interrumpiendo sus pensamientos.

Max despegó su vista de la ventana y se acercó a la pantalla de su escritorio, donde el circuito cerrado mostraba la llegada de su nuevo guardaespaldas.

Sergio Pérez. El hombre que se suponía debía poner orden en el caos que había rodeado a Max en las últimas semanas. Vestido con un traje oscuro y ajustado, acompañado de una presencia imponente.

No habló al entrar, ni pareció notar la atención de los demás guardias. Sus movimientos eran firmes y metódicos. Observaba todo con una calma que contrastaba con la ansiedad que flotaba en el ambiente.

Max lo estudió en silencio desde las cámaras de seguridad, intrigado por la forma en que Sergio parecía analizar cada rincón con solo una mirada, tan meticulosa y precisa, que dejaba entrever a un hombre capaz de ver más allá de lo obvio.

En ese instante, una punzada cargada de intriga, emanó de su interior.
Giró sobre sus talones y abandonó la seguridad de su oficina. Era hora de enfrentarlo cara a cara.

Cuando Max entró a la sala de reuniones, Sergio ya se encontraba de pie, esperándolo. No se molestó en ofrecer la mano ni en una presentación formal. Ambos ya sabían por qué estaba ahí.

—¿Entonces eres tú? —Preguntó Max, sin molestarse en ocultar la frialdad en su voz. Quería marcar terreno desde el principio, dejarle en claro quien estaba al mando.

Sergio levantó la mirada, sin inmutarse. —Sí, señor Verstappen. Estoy aquí para asegurarme de que nada de lo que ha ocurrido vuelva a suceder.

Max entrecerró los ojos.
—¿Y por qué debería confiar en ti? No eres el primero que llega con promesas.

Sergio no mostró emoción alguna. Simplemente lo miró, sus ojos oscuros e impenetrables. —Mi trabajo no es hablar, es proteger.

Max quería replicar, decirle que todos decían lo mismo, que lo que él necesitaba no era alguien que hablara con confianza, sino alguien que la demostrara. Pero había algo, en la serenidad de Sergio que lo detenía.
Había visto hombres seguros antes, pero este hombre era distinto. No era arrogancia lo que irradiaba, sino una certeza casi inquietante. Como si todo ya estuviera bajo control, aunque Max no pudiera notarlo aún.

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⏰ Última actualización: Oct 23 ⏰

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