⚠️íncubo; es una criatura mitológica, generalmente descrita como un demonio masculino, que se dice ataca a mujeres mientras duermen para tener relaciones sexuales con ellas.⚠️
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Sergio abrió los ojos en la oscuridad, con el corazón acelerado. El familiar peso aplastante en su pecho le indicó que una vez más estaba en medio de una parálisis del sueño. No podía mover ni un solo músculo, solo sus ojos se agitaban frenéticamente, tratando de captar alguna señal de lo que le rodeaba. Pero algo era diferente esta vez. El aire se sentía frío, helado, y una presencia oscura llenaba la habitación.
Lo vio de inmediato, una figura alta, envuelta en sombras, de pie en la esquina más oscura de la habitación. Sergio intentó moverse, gritar, hacer cualquier cosa, pero no podía. Su cuerpo estaba completamente inmóvil. Solo podía mirar mientras aquella figura se acercaba con paso lento y deliberado, cada paso resonando en el silencio.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, la luz de la luna que entraba débilmente por la ventana iluminó su rostro. Era un hombre, joven, pero había algo terriblemente maligno en su expresión. Los ojos de Max, dos pozos oscuros y brillantes, lo miraban con una intensidad que quemaba. Sonreía, pero no era una sonrisa de amabilidad; era cruel, peligrosa.
—Así que aquí estás otra vez, indefenso. —La voz de Max era baja, como un susurro que se deslizaba en el aire, cargada de malicia.
Sergio quiso gritar, pero sus labios no se movían. Solo podía observar cómo Max se inclinaba sobre él, la sombra de su cuerpo cubriéndolo por completo, aumentando la sensación de asfixia que ya lo dominaba.
—Te he estado observando, Sergio, noche tras noche —continuó Max, su voz tan suave que parecía deslizarse directamente a sus pensamientos—. Cada vez que cierras los ojos, cada vez que te rindes al sueño... ahí estoy, esperando. Y tú, tan vulnerable, tan... fácil de atrapar.
Sergio intentó apartar la mirada, pero aquellos ojos oscuros lo atrapaban, como un abismo que lo devoraba. Max era hermoso de una manera perversa, con su piel pálida y sus facciones perfectas, pero bajo esa belleza había algo profundamente maligno. Un aura de poder y crueldad envolvía cada uno de sus movimientos.
—Te preguntarás por qué tú, ¿verdad? —Max sonrió, una sonrisa cruel que dejó entrever sus dientes, afilados como los de una bestia—. Porque eres débil, Sergio. Porque cada noche caes más profundo en mis manos, en mi poder. —Max se inclinó aún más, su rostro a centímetros del de Sergio—. Y porque disfruto verte sufrir.
Un escalofrío recorrió el cuerpo paralizado de Sergio. La sensación de ser un prisionero en su propia piel era insoportable. Max levantó una mano, y sus dedos helados recorrieron el cuello de Sergio, trazando un camino lento y deliberado hasta su pecho. El toque era frío, gélido, como si el propio hielo se deslizara sobre su piel, y cada contacto aumentaba la sensación de asfixia.
—¿Sientes eso? —Max susurró, sus ojos brillando con malicia—. Esa desesperación, esa impotencia... es lo que me alimenta. Cada vez que no puedes moverte, cada vez que el miedo te consume, yo me hago más fuerte.
Max se subió a la cama, sus rodillas hundiéndose en el colchón a ambos lados del cuerpo de Sergio. El peso de su presencia aumentaba la presión en su pecho, como si su alma misma estuviera siendo aplastada. Los dedos de Max se deslizaron lentamente por el cuello de Sergio, apretando apenas, solo lo suficiente para hacer que el terror se extendiera más profundo.