LIV

192 26 0
                                    

No te diste cuenta, pero ella era un ancla enterrada entre rocas y arena.
Tu eras el pirata que había decidido dar una vuelta por las aguas. Intentaban subir aquel ancla pero la cadena que lo sujetaba estaba oxidada y a punto de romper.
Sí, cierto es, que estabas a punto de meterla en tu viejo barco, pero aquellos traicioneros tiburones llamados amigos, solo la querían para ella, y tristemente ganaron.
Se quedaron con ella, con tu ancla, pero tu quedaste con su cadena la que te ataba a ella, que eso tiene más mérito, pues tu estuviste tarde pero hasta el final, sin embargo esos tiburones estuvieron del principio para dejarla caer y hundirse sin su capitán.
Pero, viejo pirsta, te tiraste al agua para rescatarla pero seguiste sin darte cuenta que aquellas bestias te devoraron sin poder tocar tu ancla.
Al final acabaste como ella, sola, traicinoda y muerta.

Fueron las ultimas palabras que pude escuchar de la sabiduría de mi madre.

MEMORIAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora