XXII

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Mi lobo se emocionaba; mi vampiro desconfiaba.

Ambos sabían que algo grande estaba a punto de pasar"



—Los humanos son la criatura más desleal del mundo. En cuanto tengan una mejor oferta a la que les diste, te abandonarán o incluso te traicionarán. Casi todos tienen un precio —dije con desagrado, sentándome en una de las sillas, seguido por ella.

—No todos son así. Además, ¿a quién nos vendería? Ningún ser humano sabe que los seres como ustedes existen, ¿o me equivoco?

—Existe un pequeño, pero poderoso grupo de humanos que sabe de nuestra existencia. Hace muchos años, luego de masacres y milenios de guerras, hicimos una tregua. Viviríamos de incognito y no cazaríamos humanos ni los convertiríamos. A cambio, ellos nos dejarían vivir y nos venderían sangre fresca —le explique, esa era una de las historias y reglas que más te repetían todos a lo largo de la vida, crecíamos escuchándolo una y otra vez, mucho más si eras curioso sobre la vida humana o tenías algún tipo de lazo con alguno—. De alguna forma nos tienen contabilizados y conocen cada uno de nuestros movimientos.

—Ustedes son más fuertes y rápidos que cualquier humano. ¿Por qué les deberían hacer caso o temerles? —pregunto super curiosa por esa dinámica con la cual nunca estuve muy de acuerdo, pero tampoco tenía ganas de morir a manos de un humano.

—Porque todo el mundo tiene su kryptonita, Flamita. Si un vampiro o un lobo es herido múltiples veces y no se alimenta adecuadamente, pierde fuerzas hasta igualarse a un humano común. Eso, por un lado. Por otro, tienen armas que te vuelan la cabeza y/o el pecho. Y sin corazón o cerebro no se puede vivir. Ellos son mayores en números, entonces acorralarnos no sería complicado y menos si siempre estamos peleando entre nosotros.

Era más que sabido que habían sido los humanos quienes habían puesto la semilla del odio entre todas las especies, porque así evitaban que creciéramos más en números y fuéramos más fuertes que ellos. Siendo alguien que pertenecía a dos especies que se odiaban a muerte siempre había soñado con que algún día todos se dieran cuenta lo estúpido que era estar peleando entre nosotros, que realmente si estuviéramos unidos, quienes pondrían las reglas, seriamos nosotros. Por desgracia, eso solo era el sueño de un niño y para cumplirse se necesitaría miles de años de trabajo muy duro e ininterrumpido.

Al ver que lo que fuera que iba a pasar no sucedía, me pare y fui directo a donde estaban las bebidas buscando la que había tomado la noche que estuve alli. Alysa por otro lado se había ido a acostar al sofá. Al encontrar lo que buscaba, me lo serví y me senté en una de la silla a esperar. Mi lobo por otro lado seguía emocionado y nervioso y cada vez era peor, pero no tenía idea de por qué estaba así. Mi lado vampiro solo quería irse, todo lo que estaba sucediendo le parecía raro y que en cualquier momento algo saldría tremendamente mal.

Estaba tratando de entender y de calmar lo que estaba pasando dentro de mi cuando escuche que alguien estaba gritando desde afuera de la taberna, exigiendo que lo dejaran entrar. Al instante me di cuenta de que era un vampiro. Por un lado, estaba curioso por conocerlo, porque solo había tenido contacto con mi madre, no había conocido a ningún otro vampiro, al menos, no después de que nos habíamos mudado de la casa de Tran. Por otro, me daba desconfianza, especialmente porque pedía ver a Alysa con una urgencia que no me gustaba en lo absoluto. Sin contar que había un olor que claramente era de una vampira que había nacido humana y recientemente había sido convertida.

Alysa se despertó al instante y salió corriendo de la habitación en la que estábamos.

—¡Alysa espera! ¡No vayas así! —grite corriendo detrás de ella.

Sangre MestizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora