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En el despertar de una fresca mañana londinense, cuando el sol apenas asomaba sobre las elegantes fachadas de Mayfair y los carruajes comenzaban a rodar con suavidad sobre las adoquinadas calles, el joven vizconde Park Sunghoon se encontraba frente a su espejo, alisándose las mangas de su chaqueta con un gesto meticuloso y solemne. Como el heredero y el hermano mayor de los Park, su deber no era uno de libertad y capricho, sino de responsabilidad y honor. Sabía, desde una edad temprana, que algún día asumiría las riendas del título y del apellido familiar, llevando el peso de la tradición con orgullo. Y aquel día finalmente había llegado. Sunghoon se había prometido a sí mismo, y a los suyos, que cumpliría con todos los requisitos que los antiguos Park habían impuesto: encontrar un esposo digno de su rango, que estuviera dispuesto a compartir no solo su título sino su vida, una persona que se adecuara a su lista de cualidades imprescindibles y que, por encima de todo, pudiera ser un apoyo en sus deberes de vizconde. No deseaba, sin embargo, alguien que capturara su corazón. No, su intención era cumplir con el papel que se esperaba de él sin complicaciones emocionales ni distracciones amorosas. El amor era una complicación innecesaria, una distracción que su metódico y disciplinado espíritu no podía tolerar.

Mientras se preparaba, sintió una mezcla de curiosidad y expectativa, pues pronto llegaría la temporada de bailes y eventos, y, como era costumbre, las familias de buena posición harían desfilar a sus miembros solteros con el fervor de un espectáculo bien ensayado. "Es tiempo", se recordó a sí mismo, respirando profundamente, "de cumplir mi destino."
Poco después, Sunghoon se encontraba en el vestíbulo principal de su residencia, esperando la llegada de su madre, la inconfundible y elegantemente autoritaria señora Park. Ella era una mujer imponente, dotada de una expresión inflexible y una mirada capaz de hacer arder de orgullo o temblar de inseguridad a cualquiera a su alrededor. Sabía, en el fondo, que para la señora Park el matrimonio de su hijo mayor no era simplemente un asunto de conveniencia, sino de casarse con alguien que ame.
—Sunghoon recuerda que lo que buscamos es a alguien que te interese, no una simple compañía, sino una pareja que sepas que la amarás por toda tu vida.

—Lo tengo presente, madre —respondió él, intentando contener la ligera exasperación que sentía ante la constante repetición de aquel recordatorio.
Esta temporada, no era solo él quien debía afrontar las presiones de la alta sociedad. También estaba su hermano menor, Jungwon, que ese mismo año debutaría oficialmente en el circuito social. Jungwon, con su personalidad irreverente y cuestionadora, no veía el concepto del “diamante” como algo admirable, sino como una suerte de superficialidad fastidiosa. No era que le temiera a los bailes o eventos, sino que la idea de ser exhibido y juzgado, de tener que seguir la coreografía de miradas y sonrisas de los más altos estándares, le provocaba una mezcla de ansiedad y desagrado.

—Espero que estés preparado para lo que nos espera esta noche, Jungwon —dijo Sunghoon cuando su hermano se unió a él en el vestíbulo. Su tono era formal, casi autoritario, como era habitual en él.
Jungwon, que estaba vestido con una chaqueta que parecía apretarle un poco los hombros —cosa que le daba una excusa perfecta para retorcerse de incomodidad—, miró a su hermano mayor con los ojos entrecerrados y un suspiro resignado.

—Si eso significa soportar a los aduladores y buscar entre sus "diamantes" hasta encontrar a quien cumpla todos tus impecables requisitos, entonces no estoy preparado —dijo Jungwon con un tono sarcástico, sus ojos expresaban una mezcla de nervios y rebeldía.

Sunghoon frunció el ceño, apenas tolerando la falta de seriedad de su hermano. Sabía que la sociedad vería cualquier error de Jungwon como una mancha sobre el apellido Park. Pero también entendía que Jungwon tenía un espíritu que no se doblegaba fácilmente a las expectativas.

Justo en ese momento, la puerta del vestíbulo se abrió de golpe, y entró Ni-ki, el hermano menor de los Park, con una sonrisa juguetona en el rostro. A diferencia de Sunghoon, quien siempre mantenía la compostura, y Jungwon, quien se destacaba por su ironía, Ni-ki tenía un carácter ligero, un sentido del humor que lo hacía inusualmente encantador en la estricta familia Park.

Atrapados en el deseo ᎓ sungsunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora