LIRA

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Ante todo si alguien llega a leer algún vez esto, quería aclarar y pedir disculpa por los errores, sobre todo históricos , y decir que simplemente quería escribir algo de ellos y su hermosa relación, amo que tengan tanto en común con Patroclo y Aquiles
es cortito
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El sonido de una lira a la distancia le hizo detener sus pasos al instante, reconocía la tenue melodía lírica que llegaba a sus oídos, y así como en un trance sus pies cansados lo llevaron por el largo pasillo hasta la maciza puerta entreabierta. Sus dedos temblaron bajo la sensación áspera del roble, y así conteniendo un suspiro la empujo levemente en silencio, asomándose por la brecha para echar una mirada furtiva dentro del cuarto.

Observó complacido la magnificencia de esa habitación, digna de un rey de reyes, cubierta de alfombras con bordes de plata y diseños arábigos en tonos púrpuras y rojos, un mueble de madera oscura hacía de sostén para sus objetos preciados, podía desde su escondite, distinguir un espejo de mano apoyado sobre un montón de cartas apiladas, las cuales, hipotetizó, contenían la elegante y fría letra de su madre proveniente de tierras lejanas; sin detenerse, su mirada recayó en un joyero con incrustaciones de fines rubíes, tan carmesíes que brillaban como una llama bajo la luz de las velas, a su lado un cuenco con exquisitos aceites de mirra mezclado con jazmín perfumaban el ambiente dejandolo un poco atontado frente a la escena.

Con muchísimo cuidado presiono un poco más la puerta para ver con mayor claridad a su persona favorita sosteniendo la lira, y por supuesto ahí estaba él sentado con su túnica de seda verde, frente a la ventana de su habitación sobre almohadones de plumas con bordados de canutillos rojos, la vista le hizo dar un vuelco en el pecho, o tal vez fue su propia alma revoloteando al sentir la cercanía de Alejandro. Su Aquiles se encontraba inclinado sobre el instrumento con los ojos cerrados, los dedos finos pulsaban rápidamente las cuerdas con una sensibilidad que paralizó su corazón, parecía que todo él emanaba música, cómo si tocar fuera tan natural, semejante a respirar. Alejandro parecía fluir como el agua cristalina, pura y fresca de un manantial, era la libertad encarnada en notas pertenecientes a una sinfonía natural, tan impactante como la serenata nocturna de un ruiseñor.

Sus dedos, como el picoteo de un ave, no daban descansó, tocaba una y otra vez, gritaban una y otra vez una melodía nostálgica. Hefestión embelesado lo observó, se maravillo al ver como la luz de Selene reflejaba sus cabellos claros, parecía que brillaba como un dios, tal vez Olimpia se equivocó al afirmar que su padre era Zeus, porque para él, tal criatura sólo podía ser hijo de Apolo, dios de la poesía y música, heredando incluso su belleza y armonía.

Hefestión por supuesto reconoció la canción, le recordó a aquellas noches templadas en la ciudad de Mieza cuando eran jóvenes y más ingenuos, donde su amor floreció como un retoño de mirto alimentado de besos y caricias entre sus almas. Alejandro lo arrastraba entre risas a su escondite, lejos de sus compañeros, para deleitarse cantando y tocando toda la noche su lira; en esos momentos sólo podía apoyarse sobre su más querido y rogarle a todos los dioses que hagan interminable la noche  para que Alejandro fuese enteramente suyo un rato más. Cuán bendecido se sentía en aquellos tiempos de ser confidente y poseedor de su parte más sensible, de aquella que solo guardaba para enseñarle a Hefestión, porque sí, él ama a su rey pero sobre todo su alma ama y se estremece sólo con Alejandro, no por su título si no porque simplemente es su otra mitad.

Sin dejar de soñar despierto una punzada de hambre y anhelo le presionó el pecho; cuánto extrañaba a su Alejandro en estos días de reinado y conquistas que no daban respiro, cuan dormida estaba su alma esperando cansadamente un toque de su otra mitad, porque solo él podía proporcionarle ambrosía para que vuelva a la vida, ni el ámbar ni la miel eran tan dulce como sus besos, ni ningún alimento lo saciaba lo suficiente como el escuchar su nombre deslizándose entre sus labios como si fuera sagrado. El asumir su posición como segundo al mando y mano derecha de Alejandro, lo mantuvo tan ocupado en tareas diplomáticas, y tan lejos del hogar que son sus brazos, por lo que verlo tocar su lira casualmente fue como encontrar un pequeño oasis escondido dentro del desierto; hacía tanto tiempo que no lo apreciaba concentrado y permitiéndose ser uno mismo con la música.

Sin querer interrumpir el momento, y guiado por esa desesperación persistente de tocarlo que le erizaba la piel, se decidió por entrar lentamente como una brisa. Alejandro en ningún momento dio señales de verse percatado por la presencia de Hefestión, incluso cuando este se apoyó en el almohadón junto a él, mantuvo los ojos cerrados y sus dedos danzando en sintonía.

Hefestión se maravilló nuevamente al ver su magia más de cerca, un subidón de energía lo hizo inclinarse un poco más cerca de él instintivamente mientras también cerraba sus ojos. Se sumergió en él, y escuchó cada nota aguda como si fuera la primera vez; sabía que la canción estaba por culminar, y tal como predijo, tras un par de movimientos la misma finalizó y dio lugar a un silencio esperado.

Ambos mantuvieron sus ojos cerrados, y así acurrucados uno al lado del otro,Hefestión pudo percibir como dejaba su lira y presionaba en su costado, suspiró levemente cuando sintió un peso en su hombro y una mano buscando furtivamente la suya. Sin pensarlo acarició esos dedos divinos, y con su pulgar presiono su pulso para sentirlo más cerca, le impresionó la armonía tranquila que este cantaba y sintió como su propio corazón regocijado atendía al llamado de Alejandro.

Allí yaciendo sobre almohadones bordados, en una tierra donde ambos tejieron sus sueños, dos almas se volvían a encontrar en un abrazo, dos corazones palpitando al unísono, dos olores distintos mezclados para formar la fragancia perfecta; una mano cálida y otra fría en un agarre firme transmitía la necesidad que ambos tenían por el otro. Y así sintiéndose completo Hefestión volvió a respirar

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