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En una calurosa tarde de mayo, un par de jóvenes trabajaban sin parar en los deberes de sus escuelas, cada uno trabajaba en su respectiva computadora y ambos tenían al menos media docena de libros sobre la mesa.

Ninguno de los dos hacia ruido alguno, en el departamento los únicos sonidos audibles eran el tic, tic, tic, de los teclados de las computadoras y el tic tac del reloj de pared, que antes era de la mamá de David.

Cuando los relojes marcaron las cinco con treinta de la tarde, las alarmas; puestas previamente en los celulares de los jóvenes; comenzaron a sonar al unisonó, apagaron las alarmas, se pusieron de pie y estiraron los músculos, los dos recogieron sus objetos de la mesa y la dejaron totalmente despejada. Al terminar, David caminó hacia la cocina del apartamento y sirvió un vaso con agua para calmar la sed que le dificultaba tragar saliva.

Volvió al comedor y no encontró ahí a su compañero. Tomó del refrigerador un folleto de una pizzería cercana a su apartamento, David fue entonces en búsqueda de su amigo.

El primer lugar en revisar fue la habitación de su amigo, él no se hallaba ahí. —Debe estar tomando un baño —pensó. Ese pensamiento tan fugaz hizo que en el interior de David algo se agitara, su corazón se aceleró, sintió sus manos sudadas, las piernas se le fruncieron y su mente comenzó a divagar, el simple hecho de imaginar a su amigo desnudo hacía que todo su ser se quebrara y se dejara llevar por sus instintos más primarios.

Desde hacía casi seis años David y Nick se conocieron y desde hacía seis años David vivía perdidamente enamorado de Nick.

David comenzó a sentir que algo apretaba en su ropa interior, pero entonces los gritos de Nick lo hicieron salir de sus fantasías, otro grito se escuchó desde el baño y David corrió como un rayo.

—¿Qué ocurre? —preguntó David al tiempo en que abría la puerta del baño. —¿Está todo bien?

—Tranquilo David —respondió Nick desde atrás de la cortina de la ducha. —Solo quiero que me des una toalla —Nick asomó entonces la mitad superior de su cuerpo.

Nervioso, David buscó en la cajonera una toalla blanca para su amigo, su corazón volvió a acelerarse, ya fuera por el vapor de la ducha o por lo extraña de la situación, David sudaba y sudaba como si hubiese corrido un maratón, su mente comenzó a dar vueltas, sentía que se iba a desmayar, pero sintió entonces una corriente eléctrica recorrer todo su cuerpo, supo inmediatamente que una oportunidad así no se iba a dar en mucho tiempo, por lo que aprovecharía al máximo esta.

Mientras fingía buscar la toalla, David miró de reojo a su amigo, su abdomen quedaba expuesto, la "uve" que se formaba en la parte baja de su abdomen era un claro resultado de los entrenamientos que Nick realizaba al menos cinco días a la semana, desde su ombligo nacían algunos vellos marrones que se escondían después tras la cortina del baño, su pecho marcado y sus pezones medianos brillaban por la humedad del ambiente y al igual que en su abdomen algunos vellos crecían en su pecho, desde los pezones hasta el centro entre sus pectorales, su clavícula marcada ascendía perfecta por su cuello, su rostro era fuerte y muy masculino, sus ojos eran grises como las tardes lluviosas de septiembre y su cabello era negro como el cielo de media noche y de este escurrían pequeñas gotas de agua.

David sintió que el tiempo se detuvo una eternidad mientras contemplaba el cuerpo de su amigo.

—¿Estas bien? —preguntó Nick, David, por el contrario, salió de su catarsis y supo que la fantasía había terminado. —Te quedaste petrificado.

—Si, estoy bien, solamente recordé algo —mintió, no podía dejar que Nick supiera lo que sentía por él y no porque David no lo quisiera así, sino porque sabía perfectamente la reacción que tendría su amigo.

Hoy Murieron Todas Las RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora