Una noche glacial devoró a Ángela Karpos. La ciudad, indiferente y hambrienta, exhalaba humo helado mientras ella corría, jadeando con cada respiración y sintiendo las costillas a punto de quebrarse. Cada pisada desnuda en el pavimento frío dejaba un eco, una marca oscura y húmeda que se desvanecía en segundos. La piel de Ángela ardía, y ese hedor a sangre ajena, extraño, casi seductor, la envolvía como un amante aferrándose a ella. Sentía el metal pegajoso de la sangre entre sus dedos, empapándola, y el peso de los ojos en la nuca—ojos que la juzgaban, o la deseaban, o ambos
Había fragmentos, como cortinas entreabiertas: risas, cuerpos apretados en el bullicio de un bar, el brillo de las luces del restaurante flotante. La misma Ángela, embriagada, susurrando promesas a alguien que apenas recordaba. Pero el chasquido llegó sin previo aviso. Un latido monstruoso en su pecho, el toque áspero de algo gélido en su espina, y luego todo se volvió oscuridad
Ahora corría por las calles de mansiones y ventanas cerradas, desnuda, sola, como un espectro expulsado de algún sueño febril. Sabía que había dejado caos tras de sí, un caos salvaje y rojo, y aunque no lo había presenciado directamente, lo sentía en los músculos tensos, en las fibras desgarradas de su ser. Había destrozado algo, tal vez todo. Una parte de ella quería recordar, pero otra, la más oscura y cruda, quería simplemente seguir corriendo y nunca detenerse
Se atrevió a echar un vistazo atrás, el cabello carmesí desordenado ondeando como una llama viva en el viento helado. A dos kilómetros, el Crystal Coast Carnival ardía, cada atracción reducida a sombras retorcidas en medio de la nieve ennegrecida, y de sus ruinas se levantaban hilos de humo que parecían dedos sucios rozando el cielo. En el silencio apenas roto por sus jadeos, aún podía oír las sirenas de las patrullas, ambulancias, camiones de bomberos, toda la caballería de una ciudad tratando de apagar un infierno que nadie podría contener. Pero el estruendo de su corazón los ahogaba a todos. Llegaron tarde, mucho. Y aunque hubieran llegado a tiempo, nadie, solo The Tall Man, podría haber detenido eso
No importaba la fuerza de un hombre, nadie detiene a un monstruo con las manos desnudas
Los pies descalzos de Ángela golpearon el cemento del campus universitario mientras cruzaba entre los edificios oscuros. La gente a esa hora estaba borracha, inconsciente, o demasiado asustada para entender por qué ella corría desnuda y bañada en una mezcla de sudor y ceniza. Algunos reían en una histeria incómoda; otros gritaban, pero ninguno intentó detenerla. No sabían qué clase de sombra la perseguía, y en el fondo, ni ella misma quería saberlo
Aquel 31 de diciembre había empezado como cualquier otro, si no mejor. Habían visitado la casa del exgobernador, convertida en un museo decadente de lujo vacío, y se permitieron una estancia en un hotel elegante que olía a rico aromatizante y dinero viejo. En la noche, el Crystal Coast Carnival prometía cerrar el año con adrenalina y fuegos artificiales
Pero después de la luces vino la oscuridad
Los fuegos artificiales presagiaron el nuevo año, y luego el mundo se desmoronó en sus manos
Al abrir los ojos, era enero, y el parque se había transformado en un paisaje de pesadilla, algo salido de una fantasía enferma. No había sonido, solo un calor opresivo que derretía la nieve en ríos de sangre que cruzaban el suelo como venas abiertas. Cuerpos destrozados esparcidos por el suelo, caras congeladas en gestos de horror absoluto, miembros dislocados como muñecos a medio ensamblar. Había despertado desnuda, ilesa, envuelta en el olor pegajoso de la sangre y la ceniza, pero sin una sola herida
Se tambaleó en ese caos, los recuerdos rotos de los últimos momentos perforando su mente como fragmentos de vidrio. No sabía qué demonio había caído sobre Crystal Coast Carnival, pero cualquiera que fuese, tenía garras más afiladas que el acero y hambre de algo más que carne humana. Tal vez fue Tetsuo, tal vez una bestia hambrienta de la misma oscuridad en la que había caído su mente
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Burning Inside: Plastic Sun | Vol. 01
Teen Fiction«¿Crees que tienes derecho a arruinar el Año Nuevo de tanta gente?» Un susurro en la multitud. Entre risas y luces parpadeantes, un demonio de sombras surge en el parque de atracciones, amenazante como una pesadilla. El 1 de enero no debía empezar a...